LA PUERTA
Me senté frente a la lapida y releí el testamento, tratando de hallar algún dato que se haya podido escapar de mis lecturas anteriores.
¿Estaba frente al testamento de un loco o el de un genio?
Aun no lo sabia, y volví a releer…
“Nunca me hice del tiempo necesario para poder sentarme frente a una hoja y escribir a un heredero la información que poseo y que, sin dudas causaría una revolución social sin precedentes.
No fue una casualidad que esta llegara a mí.
Fui yo quien busque, invirtiendo todo lo que tenia, y mas, mucho mas.
Ahora que mi lecho de muerte espera, con los días contados, dejo este testamento abierto a quien quiera leerlo.
Busque y busque, pero en los lugares indicados y precisos.
Fui perseverante.
Hice mil y una corroboraciones de mis investigaciones y todas me llevaron al mismo lugar.
Había dado con la clave, o seria más explicito si dijera la puerta.
Pero luego de descubrirla, quizás por la importancia de esta, trate de no provocar que los coletazos de esta información fueran la espada de Damocles que cortara toda posibilidad de difundirla, ya que muchos preferirían dejar al mundo sumido en la ignorancia.
Saberme poseedor de tan grande secreto me obligaron a un largo periodo de reflexión.
Tenia que lograr convencerme de que era lo más indicado para hacer.
Podía pasar del anonimato a la celebridad de un día para el otro, pero los interrogantes que esto planteaban en mi me hicieron desistir de publicarla, o mostrar sus efectos.
Saberme dueño del secreto que haría que la ciencia, la teología y todas sus posibles ramificaciones cayeran sin miramientos me ponía en una situación frágil, de total vulnerabilidad.
Imagine a las grandes superpotencias presionándome, torturándome, tratando de arrancar de mi garganta por todos los medios el como llegar a mi descubrimiento, me hacia temblar de terror.
Por eso, y por mi titubeante carácter, me recluí en mi hogar.
Se que esto sorprenderá a muchos, y mas cuando alguien mas osado que yo, muestre al mundo mi clave, y sus resultados.
Busque el refugio en mi paciente esposa y en mi hijo, a quienes no hice participes de mi trabajo primero, a ella, para que no cargara con semejante peso, y al niño por su imposibilidad de entender por su corta edad.
Trate de aliviar mi propia carga de saberme poseedor de tan espectacular carga confiando en la benevolencia y honradez de mi amigo Sebastián Soria.
El fue el oído paciente y el depositario del gran secreto, supo asimilarlo y compartirlo sin buscar su propia gloria. Jamás traiciono a este cobarde amigo que de improviso, un buen día, lo sumergió en su confesión.
Por eso, y gracias a sus habilidades artísticas, el será el ultimo eslabón que deberá franquear el osado que quiera saber mas, que busque la respuesta a sus propias dudas y las de toda la humanidad.
Me dedique cobardemente a cuidar de mi hijo, y digo cobardemente porque en su crianza me escondí tratando de rezagar todo lo aprendido, todos los desvelos invertidos en mis investigaciones.
Trate de vivir con mi familia los últimos años de vida que me quedaban disfrutando de la crianza de mi hijo Daniel, sabiendo que el día de mañana el seria señalado con el dedo como el hijo de…, el descubridor de…
Hijo mío, aun no entiendes, pero espero que mi descubrimiento sea para ti una carga no demasiado pesada, y que vivas una vida plena, recordándome como una lejana y difusa imagen que te amo con todas sus fuerzas, y el destino cruel quiso que me fuera de manera prematura. .
Y no debo olvidar a mi amada Marylena, dueña de mi corazón desde tiempos perdidos en la bruma de los años.
Ella soporto estoicamente todas mis investigaciones que siempre restaban tiempo a nuestros momentos como pareja, sobrellevando mis desapariciones en el laboratorio con la mayor de las comprensiones.
Si alguna vez tuvo algo que objetarme lo callo, y después de descubierta la clave, acepto mi vuelta a la vida conyugal sin reproches, con una sonrisa cargada de ternura y amor.
-Raúl, ¿terminaste tus trabajos?-
-si mi amor, al fin termine- respondí y como un párvulo acudí a sus delicados brazos para llorar, tratando de desahogar la tristeza que haya podido causar mi egoísmo y testarudez.
Para ella, mi amor eterno.
Pero esta persistencia y sacrificio conyugal tiene un premio, y puedo enorgullecerme de haber logrado entrar en la historia de la humanidad al haber descubierto la….
No.
No voy a revelar todavía que descubrí.
Me voy a regodear diciendo que cumplí los sueños que mas de un genio universal deseo materializar y no pudo.
Da vinci, einstein, copernico, hawkings, cualquiera de ellos pasaron o pasaran a la historia como lo que fueron: genios en lo suyo, pero yo los sobrepase.
Si, aunque parezca una exageración, este humilde servidor descubrió algo que ellos pudieron desear conocer, pero las limitaciones fueron la barrera infranqueable que los detuvo.
Puedo vanagloriarme de mi éxito aun a sabiendas de que muchos escogerán subirse al caballo de mi triunfo, aunque los resultados les causen pavura y temor.
Se que pase a la inmortalidad, y eso nadie me lo podrá quitar, aunque algún científico sin escrúpulos quiera vestir las prendas que el destino me diseño y yo apenas me probé.
Solo dejare un pedido a quien pruebe mi descubrimiento y lo haga rodar:
Quiero que la maquina que he creado, y la llamo maquina para definirla de alguna forma, lleve el nombre de “intruso”.
¿Por qué?
Porque eso es lo que es, y a su debido tiempo, quien resuelva el enigma que oculte en mi tumba, comprenderá porque le he dado este nombre.
Solo tengo un pedido mas para quien descubra mi secreto.
Quiero que cumpla con mi memoria y mi nombre sea inscripto en la historia, y que además sepa a quien, o con quien compartir, lo descubierto.
Que haga el uso adecuado,… aunque pensándolo bien, al probar los resultados de mi creación, supe que nada de esto importa, es mas, nada importa tanto como lo que descubrí.
Sin más nada que decir, resta informarles lo que he descubierto.
¿Cómo construirlo?
No, no lo diré abiertamente, lo he escondido en mi tumba.
¿Cómo lo pude esconder si supuestamente, una vez muerto no podría hacerlo?
La respuesta es fácil, si sabéis leer mi testamento.
¿Qué descubrí?
Bueno, sencillamente cree una puerta con la que traspasar la última barrera que el hombre conoce, no ser visto ni percibido en ese lugar, aprender y luego, lo más importante: volver.
Señores, encontré la puerta que divide a la vida de la muerte.”
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