La noche
oscura y profunda,
por fuera,
ha cerrado mi ventana
con su lápida de soledad.
Y yo aquí
en este cuarto,
abrupto sepulcro,
encerrado entre la ventana,
su lápida
y el gélido silencio que me abraza
con su olor a suicidio
y muerte inmunda.
Aquí,
enloqueciendo de ausencia,
arañando las paredes,
arrastrándome, revolcándome,
retorciendo mi osamenta
entre el barro de mis lágrimas
y los alaridos ahogados
por la desesperación,
gritando tu nombre
que ya no escucho.
Aquí,
en tu vacío funesto,
donde los recuerdos
son puñales de afectos
que sangran mi piel
con heridas envenenadas
de ese tiempo ácido
del nunca más.
Aquí
lleno de tu última nada
y mi escalofriante locura,
tanteando los muros,
ciego de dolor,
todo tristeza demencial,
buscando una mano
que me arranque
de este infierno
o
una muerte rápida
que me lleve a vos.
Aquí,
monstruosamente humano,
conciente y desesperado,
encerrado en esta noche profunda y oscura,
por dentro y por fuera
y en el medio
la ventana cerrada,
limbo de madera,
conteniéndome,
con una indiferencia letal.
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