El silencio pide a gritos un sonido, algo mas que este ensordecedor mutismo, una palabra... un milagro.

Sobre el comedor se encuentran aun desordenados los papeles, muchas de las cartas que un no he leído: es un tormento del que no escapo y que murmura, en el golpear del viento con las ventanas, el secreto que no descubro.

Un cigarro se sostiene en mi mano temblorosa, el humo se eleva rítmico hasta perderse entre el blanco de las paredes, mi pesar acompaña el trayecto y se destroza sin saber en el recuerdo, aquel recuerdo que se derrite una y otra vez...

Mi mano se acerca al teléfono, lo rosa y se devuelve, se inquieta y se agita, vuelve y lo intenta pero frena justo en el presentimiento de que no contestaras. El espejo me retorna una mirada, es casi como un disparo mortal que me atraviesa y me despierta, al fondo la mesa delatora. No hay nadie al otro lado, dice, no la escucharas de nuevo. Mi mano terca vuelve y se acerca y el ¡Rin! del teléfono destroza los nervios.

- Alo.....
- Donde estas??
- No es posible que te hayas ido, no sin una explicación, acaso no la merezco?
- ¡No! ¡No! y ¡No! ¡No lo acepto!, esta visto que las promesas son siempre un hasta pronto.
- ¡No! no son una despedida... quiero decir que son como eso, es simple.
- No quiero perder el tiempo explicándote esto...
- Si no me oyes, es difícil hablar...
- Alo?? Sigues ahí?
- Por favor he pasado muchos días esperando poder hablar contigo y ahora que puedo ¿te callas?
- ¡No pienso dejar de gritar!, no eres tu la que tiene que sufrir esto...
- No estoy mal, y no pienso ir al medico, solo quiero que vuelvas.

Pero ya no hubo respuesta. La voz se escapo por el auricular mientras la indignación recorría una vez mas mi cuerpo.

Aquí estoy, leyendo aquellas cartas descubriendo como el frió del acero atravesó tu cuerpo, untándome de sangre las manos al recorrer de nuevo tus formas. Allí estas sobre la mesa, como un sacrificio, cerca el cuchillo, las cartas y ...mi pensamiento.