La basura se colecciona en esa casa, a las cosas más inservibles que cualquiera imagine les dan su lugar, su espacio y tienen una razón de estar.
Yo creo que siguen siendo basura. Es una tradición de su familia, desde hace más de 300 años. Ella es la continuadora de eso en estos tiempos; sus hermanos y hermanas se fueron, la única que conservará la historia de la basura familiar por otro costal de años.
Me tocó a mí conocerla en su juventud. No se me dificulta mucho imaginar a otros muchachos o amistades en la misma situación que yo; visitando a estas mujeres (sólo han sido mujeres las responsables de la basura).
Esta es una mujer encantadora, aunque a veces me siento vacío y envidioso a su lado (mi culpa).
Las mujeres no la soportan, otras muchachas de su edad, ni soñar. Es natural, no responde a los principios instintivos de su género, los que van en demérito de la mujer, no obstante, tampoco adopta posturas feminoides, es como es y ya.
En un país como este, donde todo impresiona y nada sorprende ningún hombre, salvo yo, es capaz de relacionarse con ella, así, sinceramente, sin intereses económicos o meramente sexuales.
Soy humilde y por eso me cuesta decirlo, pero acepto que tengo el alma de un ser extraordinario.
- Espera un momento.
- Claro que sí.
Su madre es bastante mayor, pero aún viven la abuela y bisabuela; pasan encerradas en un dormitorio, viendo televisión y revisando cosas. La casa huele a todo acumulado: hule y pastel de zanahoria, aserrín y mierda de vaca, pegamento y trigo, etc.
Pero lo que más me agrada de acá es el encierro, que los días no pasan bajo el ala de esta mujer y de esta casa. Una curiosa manera de sentirme libre dentro del enclaustramiento.
Le he querido proponer que me acoja como un habitante más. No lo hará jamás.
- Estaba revisando unos escritos.
- ¿Has escrito algo últimamente?
- Nada, he estado haciendo unos registros nada más.
- Muy importante.
- Lo es.
Su recámara no huele a una mujer, no parece de una mujer, es la recámara de una persona vieja pero equilibrada, muy equilibrada, porque tiene apiladas un millón de cosas, como en toda la casa, pero con mucho orden.
El resto de la casa no es tan ordenado.
- Estuve podando la grama.
- Se nota.
- ¿Tú has escrito algo?
- No, nada, pero tengo algunas ideas.
- Cuéntalas.
- Son más bien algunos lineamientos.
- Dilos.
Procuro no frecuentarla demasiado, tampoco podría, el trabajo no me deja. Por otro lado, no he querido caer en la trampa de visitarla cuando estoy de ánimo bajo.
Repudio las relaciones fincadas a partir de una necesidad personal; el que se sujeta de otro hace vampirismo, no amistad. En la amistad está permitido todo, en el vampirismo está permitido de vez en cuando, saltarse las condiciones.
Como somos amigos por eso también nos saciamos sexualmente uno al otro.
Alguna vez le pregunté un secreto que seguramente muchos hombres nos hemos preguntado de las mujeres: ¿cómo pueden conservarse tan limpias?
No lo sabía, me consta que no lo sabía. Solemos preguntarnos cómo es que hay personas que lo entienden todo.
- Tengo contabilizados 9923 hules, ese el último dato. ¿Puedes imaginar?
- Es mucho.
- Otro dato reciente son facturas de todo tipo, acumulamos más de dos millones de lempiras; ¿qué tal?
- ¿En cuánto tiempo?
- Aproximadamente 16 años.
- No puede serlo.
- Así es.
Me recliné de cara a la ventana, a
contemplar el jardín de su casa. Mi amiga estaba sumergida en sus contabilidades.
- ¿Te vas a quedar a cenar?
- No, ya me voy para mi casa.
- Está bien.
- adiós.
Besa muy bien.
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