Una mosca.
Regresé de nuevo después de milenios de destierro.
Un cadáver.
¿Acaso rostro más fastuoso que el de la palidez horrorizada?...

La mosca revolotea el cadáver que guardo bajo mi cama,
Y me renueva ahora el agudo deseo que tuve de asesinarlo.

¿Me cambió en algo el regreso?
La vida que anidada se quedó en la estancia corta de la infancia,
Se convirtió durante el exilio en lujurioso y seductor deseo de muerte…
Enorme es el gusto de saber ahora que no hay más pasado infante,
Pues la excitación que produce a mis sentidos este cadáver,
Avergonzaría cualquier cándida evocación.

En el fondo de este sepelio inconcluso,
Avaricia sexual me invade porque muero sin morirme,
Cautiva a la espera que se inicie mi derribo,
Y aterrada como el cadáver que guardo para mi deleite

Una mosca revolotea por este erótico olor a muerto,
Recordándome que se acercan a mi puerta,
Inevitablemente,
Los profundos ojos de mi asesino.