-No mires mucho hacia delante. Concéntrate sólo en el siguiente latido.
Pese a saber qué era lo que había allá, no podía dejar de imaginárselo. Su vista ascendía una y otra vez, tratando de ver su destino. Sus pasos se hacían cada vez más lentos, como si tampoco quisieran llegar. El viento era frío y parecía empujarlo. Sin embargo, transpiraba. Se había preparado, pero en vano.
-Cada latido te acerca más. No importa cuanto te retrases.
La luna parecía sonreír cada vez más cerca suyo. No podía detenerse. Aunque sus pasos tendían a hacerse cada vez más lentos y pesados, algo dentro suyo lo obligaba a seguir adelante. Sus manos empezaban a enfriarse. De pronto sintió que llegaba. Fue como si de un salto ya estuviera allí. No debió ser tan rápido, ahora no había vuelta atrás. Toda su vida era ahora un espejo. Estaba a un paso de llegar. Lo esperaban en la puerta. Su corazón se estremecía de dolor, pujando por cumplir su tarea. Miles de brazos se alargaron hacia él, temiendo que escapara.
-Ya estás aquí, ves.
El médico sólo trato de comprobar el pulso. Y no lo consiguió. Había elegido la muerte, y no pudo detenerlo.