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Inicio / Cuenteros Locales / La_Columna / MEMORIA DEL SUBSUELO. Escribe Chiche, invitado por Shou para La Columna de los lunes

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La Columna de invitados se vuelca, sin censuras ni modificaciones de ningún tipo. Es puramente la opinión del invitado y posibilita un perfil más amplio para aquel que la lea y comente. Por primera vez escribe en este espacio Samuel Domingo Donnarumma Chiche. Nos cuenta su vivencia viajando en el Metro de Moscú.

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Memorias del subsuelo

¡Inmensa cantidad de gente en el Metro de Moscú!

Multitud de personas caminan, corren, se apresuran, gritan, rien. De cara a una pared en Octoberskaya, una mujer joven, descompuesta, no se puede tener en pie. Luego de unos minutos, parece tomar fuerzas y alejarse por el andén.

¡Cuántas caras y rostros desconocidos para mí! De todas las razas y colores. Enfrente de mí una madre y dos pequeños yacen completamente dormidos. Están bien protegidos contra el frío. Sus rasgos son achinados, no sabría precisar de donde son exactamente. En esta ciudad se mezclan, como dice la canción de Serrat, todos los ancianos y los no tanto; los jóvenes, los pobres, los trabajadores, la clase media…

Después de las nueve de la noche es habitual ver mucha gente tomando cerveza, incluyendo a las mujeres. ¿Que si alguien se fija en mí? Nadie, a no ser que este borracho o para preguntarme algo. Me confunden con un ruso; será por el gorro que uso… es un drama.. siempre tengo que responder que no sé…

He tenido la suerte de conocer unas cuantas estaciones del Metro. Siempre antes de llegar a la parada una voz suave informa sobre el cuidado que hay que tener con las puertas, la próxima estación y las conexiones a otras lineas. Yo vivo cerca de Kievskaya. Allí arriba, hay una estación de trenes. El ambiente es un poco pesado, lleno de gitanos, de día y de noche. Y mucha policía rondando.

La estación de Kievskaya lleva ese nombre en homenaje al pueblo de Ucrania. Muchos murieron en la construcción del Metro. Es realmente una obra gigantesca, hecha para siempre. El Metro de Moscú fue construido bajo la tutela de Stalin. Cada estación es una obra de arte, muchas veces decoradas magníficamente. Los trenes son viejos, pero tienen un mantenimiento excelente.

Muchísima gente es apasionada de la lectura. He observado una estudiante levantarse del asiento, salir conmigo, llegar hasta la escalera mecánica ¡sin dejar de leer! Tantas veces, día tras día, miles de pasajeros, quizás, habrán hecho ese camino, ya convertido en su rutina habitual. Hay gente que duerme de pie, que se aferran a los pasamanos y se quedan dormidos. A veces se balancean peligrosamente de costado y se despiertan, para volver a “acomodarse” mejor. Los borrachos y los sordomudos son un caso aparte. ¡Y los sordomudos borrachos son inigualables! Grupos de adolescentes apresurados entran a los coches y hablan como suelen hacerlo ellos, casi a los gritos.

Sentadas enfrente de mí hay tres mujeres treintañeras. Las tres tomando cerveza como si fuera té y hablando como si estuvieran en sus casas. El rito de la cerveza se repite en todos lados, en la calle, mientras se espera el trolebús, caminando. El consumo de esta bebida se ha extendido tanto que ha desplazado al vodka, la bebida nacional. El consumo de alcohol es de ¡catorce litros por persona por año!, lo que lo hace uno de los más altos del mundo. Uno de cada siete rusos es alcohólico.

A un costado, sobre la otra ventanilla, una mujer de treinta y tantos, bebiendo cerveza, llora silenciosamente, desgarbada y totalmente despeinada. ¿Qué le pasará? ¿Qué drama, qué tragedia la acosa? Quizás llora simplemente porque esta alcoholizada… Tengo la impresión que es aquí, en medio de estas a veces silenciosas y otras bulliciosas cavernas, donde el pueblo ruso me muestra su verdadero rostro. Toda esta gama de personajes, extraído de alguna novela, solo cabe aquí, en estos círculos, más cerca del centro de la Tierra, donde las expresiones toman otra forma y los corazones se abren, pues la gente se conduce cotidianamente de otra manera.

Aquí, en este metro de Moscú, es una costumbre las citas, refugio de amantes, los amigos que hablan todo el tiempo que se tarda en bajar o subir de los trenes. Aquí la gente se sigue perdiendo; aquí, en definitiva, vibra ese corazón que parece tan frío y tan parco. Y los domingos, las viejas que trabajan en el Metro, esas viejas tan malas, que solo ellas saben como dominar al monstruo, dejan de lado sus caras adustas y asisten delicadamente a las personas, en especial a las madres con niños. El sello de los chicos ha quedado para siempre grabado a fuego en el alma rusa. Una madre con pequeños impone un respeto tácito que ni siquiera allá arriba la mafia, con sus coches importados, sus restaurantes y sus queridas ha logrado superar.

Samuel Domingo Donnarumma : Chiche
21 de noviembre de 2005

Texto agregado el 21-11-2005, y leído por 540 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
28-04-2006 Bueno, gracias, esto sí que ha sido abrir una página y encontrarse un montón de cosas, de vida y vidas en abanico y vibrando. Saludos Stelazul
24-11-2005 Hermosa columna diría que de ensoñación. Un paisaje bien visible dentro de otro paisaje. Estrellas y besitos. Mai. maira
23-11-2005 Me sorprendo con ese país y con sus gentes. Me he preguntado muchas veces qué incidencia habrán tenído los fríos extremos en la idiosincrasia de ese país. Un gusto leerte y "pasear" contigo. Un abrazo ***** neus_de_juan
23-11-2005 Buen estreno en la columna.Te felicito. Espero que este haya sido solo el comienzo de una serie de estampas de"un argentino en Rusia" ? se escucha algun tango por alli?. Spasivo NINIVE
21-11-2005 Excelente calidad de narraciòn, permite a quienes no conocemos poder meternos un poco del otro lado, en ese mágico y misterioso mundo de las sombras largas. Ademàs de muy bien narrado dirìa que hasta sin conocerlo trae mucha nostalgia, ganas de visitar. Muy bien alineado el perfil social sobre los vagones de un tren, el otro mundo, el subterràneo. Muchas gracias por el trabajo y felicitaciones. carloel22
21-11-2005 Me has hecho vivir ese recorrido por el metro de Moscú. Como todas las megaciudades, tiene ese sedimento social que flota a la deriva entre vagones de metro, portales que alivien el aire mientras duermen entre cartones. También gente de todas las edades y condiciones. Sabemos mucho de otras naciones, pero de Rusia muy poco. Gracias por esos flashes literarios tan bien narrados.***** graju
21-11-2005 Todas las culturas tienen y han tenido, llamémosle, su droga asimilada, su estimulante de consumo en sociedad. El alcohol, el tabaco, la mahihuana, la cocaína, morfina etc...El uso y consumo estaba regulado por la propia cultura, por los ritos sociales establecidos ancestralmente ¿Por qué se produce hoy el abuso en el consumo de estos productos? ¿Son solamente las insatisfacciones, las carencias personales, la falta de esperanza en el futuro? Creo que la sociedad de consumo que vivimos tiene mucho que respondernos a todos ¿Qué es si no la publicidad salvaje? ¿Quienes viven del tráfico de drogas? etc... Una columna que invita a pensar el porqué... maravillas
21-11-2005 Gracias Chiche por compartir tu impresión viajando en el Metro de Moscú. El alcohol suele ser una manera de escapar ante una realidad adversa, allí y en cualquier lugar del mundo. Y cuando no, es sustituido por otra sustancia. Gente alcoholizada, jóvenes y no tan jóvenes, hombres y mujeres, adormecidos en vida, desesperanza en un presente y futuro no muy alentador, abruma. ***** Un abrazo Shou
 
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