La sirvienta es una estúpida. No sabe leer, no tiene educación, es fanática de una secta religiosa que le quita el diez por ciento del salario. Pero tiene bellas nalgas, súper piernas, bonito rostro. En fin, irradia ese erotismo impensado de los seres silvestres.
El piso que friega es un piso de lo más caro, una buena cerámica, carísimo; brilla con facilidad, huele además muy bien. El día que ese piso no esté limpio, la echan, así de simple, y yo, me perderé el espectáculo de ese físico que es un verdadero milagro.
Es muy indiscreta y he tenido que enseñarle unas normas básicas de prudencia porque así como va, la van a terminar despidiendo, ya se acostó con todos menos conmigo, no sé por qué razón, no he dado ese paso, supongo que nunca lo daré.
De todos, yo soy el que mejor la trata, por algo simple: respeto humano. Estaba fregando el piso y estaba ya tan limpio que comenzó a chirriar; se echó una risotada, se armó una algarabía en la oficina.
En un descanso me acerqué y le dije: no te estés riendo de esa manera que vas a dar mala impresión. Todo mundo piensa que sos una mujer muy fácil, no sigás alimentando esa imagen. Le doy la razón, me dijo que no le importaba: pensá en tu trabajo, le dije.
El trabajo es inútil, nadie va a arreglar nada, estamos a mil años de ir por buen camino, es más, todos vamos en descenso pero en cuestión económica, son días de bonanza.
Contrataron a más personas y le han hecho remodelaciones al edificio. La ciudad en la que vivo es una ciudad horrible, realmente fea, sin nada bueno. Afortunadamente yo tengo algo de dinero y he podido salir del país, para respirar en otros lugares.
Es impresionante cómo nos impresiona Europa y en fin, los países del primer mundo a nosotros, los que venimos de lugares subdesarrollados. Hace unos meses despidieron a JJ, era un tipo brillante, probablemente un genio, se llevaba mal con todo el mundo. Ha caído en el alcohol, no por la falta de trabajo, sino más bien por desesperación.
Me estaba esperando la semana pasada a la salida del edificio: yo creo que si te tenés un poco de respeto vas a renunciar, me dijo. No, nos fuimos mejor a echar unos tragos. Conocimos unas muchachas, las fascinó, las fasciné yo también.
Nos las llevamos a la cama, dos muchachas abyectas de buen físico y una piel sumamente tersa. Todo lo que está construido tiene sangre y corrupción, todo. Los carros, la pintura de los troncos de los árboles, los botes de basura.
Son negocios, todos son negocios. Kafka tuvo suerte de haber nacido a principios de siglo. Dios mío, que terrible es volverse tan simplista, pero es tan necesario. Cuando conocí a la sirvienta de la empresa yo no pensé que fuera una estúpida, pero sino lo pensaba, me iba mal.
Es que a uno le va mal cuando no tiene malas cosas en la cabeza, hay que darle categoría a todo porque sino se la das te quedás fuera de todo. Una tarde, estaba muy caliente, yo también, son esas tardes calientes a más no poder.
Estos climas. Y todo muy aburrido. Se acercó a preguntarme qué estaba haciendo y a qué hora saldría de trabajar. Se le rompió la media y se la quitó en frente de mí. Tiene unos pies que no son pies de una mujer pobre, las uñas bien cuidadas, se sentó y descalzó y me dijo que como era yo no le daba pena porque sabía que no la iba a regañar porque como yo nunca la regaño.
Después se tocó, suavemente, su sexo. Me alborotó todo. No hice nada en ese momento. Se levantó. La llamé. Venga, le dije. Usted es una de las mujeres más idiotas que yo conozco, pero es una muñeca.
Se sonrío, alargó su mano y me la pasó lentamente por encima del pantalón. La jaloneé y trayéndola hacia mí le susurraba que era lo mejor que podíamos hacer. Nos metimos al baño de la oficina, no había nadie pero por cautela, besaba como una hiedra.
Los detalles son muchos y carece de sentido contarlos. Es una mujer absolutamente estúpida, las palabras hacen fila en su mente para convertirse en ideas. No sabe nada de nada y solamente le interesa el sexo.
***
Me la llevé a vivir conmigo. La mantengo encerrada en la casa, viendo televisión. En la oficina se preguntan por ella, nadie sabe que vive conmigo y que decidió renunciar para satisfacerme exclusivamente a mí.
Ha llegado otra mujer a limpiar, es una estúpida, igual que aquella, pero es vieja y fea. Todas las semanas, el jefe baja a vernos y a regañarnos. Todos somos unos animales.
No le enseñaré a leer ni a escribir, se distrae con mis películas, todas las mañanas ve de lo mejor del cine mundial, ve mis fotos en otros países, me pregunta cuándo la llevaré a ella por esos lados.
Todavía no es tiempo de que lo haga, pero la llevaré, para que vea todo el mundo, para que se suba en los trenes, en los metros, para que se sienta importante. Pero todavía no está preparada.
Me cuesta mucho levantarme en las mañanas, es tan agobiante el sexo que tenemos que apenas me puedo levantar. Tengo que cuidarme porque sino me van a despedir.
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