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"Algún día cuando nos levantemos comprobaremos que lo ignorado irá a por nosotros, y cuando miremos dentro de nosotros, habremos habitado nuestros rincones perdidos"



A menudo pienso que, tanto los músicos como los pintores, así como los escritores, en realidad no están inventando nada nuevo cuando presentan una obra, sino que recogen lo que ven en el ambiente. Y tal vez por ello, los días en los que saco algo de tiempo libre decido sentarme en la terraza de cualquier bar y admirar a la joven adolescente que pasa imponente bajo el firmamento, como si los años no fueran a tener efecto sobre su cuerpo. O a esa pareja de quinceañeros que van unidos de la mano, que casi se tropiezan y se encharcan con el charco del suelo, porque llevan sus miradas absortas en otro mundo, en los rincones perdidos, creyendo que en su caso, el tiempo tampoco pasará.
El miedo al paso del tiempo ha inspirado grandes obras maestras, como aquel As time goes bye, o el no tan lejano Los paraísos desiertos de Ismael Serrano.
La verdad esque creo que, en nuestra ignorancia, nos reímos del paso del tiempo, y no empezamos a echar de menos las cosas hasta que un día nos levantamos, miramos atrás y decímos : "Pero : ¿Y esto? , ¿cómo que nunca mas volverá?" Es entonces cuando empezamos a darnos cuenta de que la vida no es en rosa, como decía aquella vieja canción francesa, la vida no nos regala nada, somos nosotros los que vamos consiguiendo todo lo que tenemos.
Cada preludio a un beso, cada noche junto a la mujer que amamos, la olvidamos, y el olvido, aunque esté lleno de memoria tal y como indicó Benedetti, tampoco es un amigo nuestro, mas bien trata de hacer que olvidemos lo bueno, los placeres, para que nos pasemos el presente buscándolos, y así sucesivamente.
Cada segundo es eterno depende desde dónde y del brazo o de la mano de quien se mire, no es lo mismo ver amanecer desde las hermosas bahías griegas del Peloponeso del brazo de la mujer de nuestros sueños, que desde un taller con un ambiente a galvanizados, un buzo lleno de grasa, y un jefe observando cada uno de nuestros movimientos, con la carta de despido en la mano.
En fin, después de todo, la vida nos da vueltas, abrazos, besos y de vez en cuando algún tortazo para enseñarnos que aquí nadie puede intentar ponerse a su altura y creer que acabará sobre ella más allá del firmamento, como posiblemente una vez un lucero, el más bello de los luceros, creyó que se podía hacer.
Son muchos los sueños que perdimos desde aquella tarde corriendo por las callejuelas con olor a dama de noche y a azucena, jugando a ser dioses de mala gana...
Algún día cuando nos levantemos comprobaremos que lo ignorado irá a por nosotros, y cuando miremos dentro de nosotros y no se nos escape una lágrima al recordar a nuestra primera novia, que nos dejó por aquel chulo de tercero, sólo entonces, digo, habremos habitado nuestros rincones perdidos.
Habitémoslos, nunca es demasiado tarde.




Texto agregado el 28-10-2003, y leído por 275 visitantes. (1 voto)


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