Como casi siempre, la discusión terminó cuando él puso la rúbrica de un buen manotazo con el dorso de la mano en la boca de María.
Una pequeña gota de sangre le salpicó la camisa, a la altura del pecho; encendida y ardiente, delatora. Diría que se cortó al afeitarse para no perder más tiempo en cambiarse, pensaba mientras salía de casa dando un portazo con desprecio.
Detrás de la puerta se hizo el silencio, el aire se volvió denso y viscoso, el aborrecimiento se pegó a las paredes y todo se detuvo… las lágrimas de maría se evaporaron y sus ojos se encendieron de furia.
En la calle, Luis Felipe no podía quitar la vista de la mancha… se estaba haciendo más grande. ¿Pero como era posible? Antes era una gotita del tamaño de medio grano de arroz; ahora era una gota perfectamente visible desde lejos, del tamaño de un garbanzo.
Entró al servicio de aquel bar, se restregó con el pañuelo, puso jabón de lavar las manos, mojó una y otra vez… la gota era ya del tamaño de una moneda grande.
Pensó en volver a casa y cambiarse, eso haría… y de paso le iba a dar un repaso a María, que tenía la culpa de todo…
Al poco de volver a la calle, la gota ocupaba casi toda la parte izquierda de su pecho, intentaba taparla con la mano, pero ya no era suficientemente grande, ni siquiera con las dos… Corría acelerado, tropezaba con la gente en dirección a casa; pudo ver como sus manos se empapaban de la sangre que ahora ya manaba de su camisa.
Podía sentir su pecho empapado y como chorreaban hilillos de la sangre que brotaba sin parar sin saber de donde. Y corría, corría hacia casa; le pediría perdón, nunca más iba a hacerlo… el no quería, había comprendido, nunca más…
El tráfico está parado en un cruce. Hay un hombre destrozado bajo las ruedas de un autobús. Alrededor de su cuerpo, cubierto de sangre e inmóvil, se está formando un charco oscuro..
El reloj de María, parado a las ocho, comienza a funcionar de nuevo; una corriente de aire tibio entra por un balcón; se mueven unas cortinas y dejan ver el sol que entra por las ventanas… los restos de una brumilla azul terminan de salir por debajo de la puerta cerrada.
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