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En sus oídos permanecía la huella de aquellos zumbidos. Como trece alfileres perforando sus tímpanos. El que susurraba en las tinieblas empezaba a alejarse. Ya había cumplido su cometido. Trece años de espera, llegaban a su fin.
El tiempo de cautiverio se hacía eterno, trece días y trece noches de angustia. La desesperación se hacía carne y le provocaba repentinos ataques de ira.
El espejo y la máscara en una pared, como fieles compañeros. El número trece escrito con sangre en la pared. Sobre una vieja silla de madera una libreta destrozada con furia, que en su portada decía “Cantata de los diablos”, con letra manuscrita.
En un cesto descansaban los trece paquetes de alimento cuidadosamente señalizados día por día. Todo parecía detenerse en ese número.
Deseaba ser niño nuevamente, para ver un mundo de colores en su calidoscopio y poder evadir su realidad. Extrañaba esa suave sensación de calor en sus pies luego del placer sublime y esa música que relajaba todos sus sentidos.
Tomó otra vez el sobre y leyó las instrucciones: “Esta es la clave de tu libertad”. Debajo había trece símbolos, que no lograba descifrar. Ya había perdido la esperanza de poder resolverlo.
Hacía un esfuerzo por recordar pero todo se nublaba. Por su memoria pasaba una y otra vez el gato negro. Como una especie de dejavú. Contaba hasta trece, y volvía a empezar.
Con esfuerzo fue reconstruyendo la escena en su cabeza.
El tren de medianoche que nunca llegaba, la espera que se hacía eterna y el diario de ayer tirado en el piso. Los titulares hablaban de siete extrañas desapariciones. En ese momento no lo sabía, sin embargo ese era sólo el comienzo.
El sonido de las campanas lo sacó de su trance. Se sentía totalmente perturbado. Con las rodillas al piso y las manos sobre sus oídos intentaba minimizar el impacto. Cuando la campanada número doce le dio paso al silencio, supo que ya no estaba solo en ese lugar. Sintió el filo sobre su cuello en el momento exacto en que la campanada número trece sonó.
Pasaron trece días hasta que encontraron su cuerpo desnudo y ya sin vida. Un putrefacto olor enrarecía el ambiente.
Las trece pistas habían sido certeras, habían llevado a la policía hasta el último de los cuerpos.
Una nota sobre su pecho decía: “Perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen”.
Pegada a sus genitales, una foto que lo retrataba en el Hotel junto a su amante.
Sobre su frente el número trece escrito con sangre como la marca de su destino.
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427 palabras (con el título)
4+2+7 ( = 13 )
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Texto agregado el 20-11-2005, y leído por 212
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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09-01-2006 |
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es atrapante... te sujeta y no te suelta hasta llegar al final... me gusta, mis 5* EniGmA-87 |
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04-01-2006 |
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en mi soledad la calle 13 es la calle de los maricas turcoplier |
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07-12-2005 |
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Muy buena manera de manejar el suspenso... Te felicito! mis ***** celiaalviarez |
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30-11-2005 |
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Muy bueno, calculado a la perfección, tiene su misterio y su encanto, eres muy bueno te felicito! ***** =)
Merlygom |
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24-11-2005 |
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Extraño... gatelgto |
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