Quemé las agujas del reloj
y mi vida ardió con ellas.
Meses después se recompusieron
las cenizas del tiempo que anulé
pero mi vida siguió en llamas.

Impredecible es el tiempo,
peligrosamente inexorable.
Tu recuerdo vuelve a ser un sueño,
pero ahora se vuelve deseo indeseable,
reincidente.

Mi predisposición a la decepción
es una fuerza estridente
que me empuja hacia una desilusión
inevitable y aviva las llamas
que siguen ardiendo en mi interior.

Y no miento si te digo
que me arrepiento,
que soy pecador perdido
buscando el perdón,
ser indefinible
que deambula por un recuerdo
al que no puede sobrevivir.

Tu ausencia es decadencia,
podredumbre que mancha mi existencia.
La ingravidez me somete
y el viento juega con mi vida,
que quedó en blanco
como la hoja de papel
que trato de rellenar
con lo que ya no te puedo dar.

Que me den muerte atroz
si no puedo volverte a tener,
que me asfixien los gases del dolor
si no puedo volverte a querer.