Martes
El día se anunció,
Con luz sobre los pliegues de tu piel,
y el alboroto a hombro de mis oídos.
Te contemplé inmóvil,
Bebí pueril, tu respiro,
La mitad de tu sueño,
La mitad de tu historia.
Despertaste y mi sueño terminó.
Pronto, todo corrió junto contigo.
No, no quería,
Nunca quise,
La resignación de trabajar otro adiós,
Un adiós de dos meses, tres, un año,
Un adiós que cruza el mar hasta perderse.
Pensando en ese adiós,
el dolor en el que muta,
te grité, justo cuando cruzabas la puerta:
An! Vennnn!
Con un tono entrañable,
Como si tu regreso
me rescatara de un naufragio,
De un terremoto,
De la vida misma.
Exclamaste mientras volvías pasos:
es tarde!, debo irme ya!
te dije;mi beso!…mi beso!, dáme un beso An!
Con la imperiosa vitalidad,
que un niño berrinchudo exige un dulce,
Y me lo diste…me lo diste.
Un beso que cada martes reinvento
Para escapar del último adiós;
éste, terriblemente eterno.
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