VASQUEZ

EL RELATO DE ALFREDO

I


-¿porque no haces mate chiche?-
-¿Por qué no me dejas de joder?, ¡calenta la pava y hacelos vos ¡-
No valía la pena contestar. Cualquier motivo hubiese sido el perfecto para discutir.
Camine hacia la carpa y busque los enceres necesarios.
Eran las tres de la mañana, no habíamos pescado nada, hacia un frío que calaba en los huesos, y para empeorar las cosas, chiche estaba con un humor de perros.
Estaba pensando seriamente en desistir de la preparación del mate cuando una luz azulada, cegadora, cruzo por encima del lago, dejando una estela fugaz que ilumino por un segundo toda su trayectoria, hasta perderse de mi vista tras unos frondosos árboles.
-¡¿Qué haces pelotudo?¡,¡¿que tiraste?,¡¿queres provocar un incendio?¡-
Los gritos de mi amigo llamaron mi atención un segundo, desviando mi vista nuevamente hacia el lugar adonde había perdido de vista a la extraña luz.
Me asome por detrás de la carpa tratando de adivinar adonde había caído, si era que algo lo había hecho, o que era lo que había surcado como un cometa el estrellada cielo nocturno del bosque adonde acampábamos.
No pude ver nada, y con el mate todavía en la mano camine hacia los árboles más cercanos.
Si había sido un aerolito tuvo que haber caído ahí nomás, cerca de la exuberante arboleda que estaba tras la carpa.
Saque de la campera la linterna y me interne entre los frondosos árboles, tratando de no tropezar con ninguna rama caída.
Apunte el haz de luz hacia la distancia, pero nada.
Ahí no se veía nada.
Solo la quietud y calma del bosque, rota por momentos por frías ventiscas que mecían las amarillentas hojas.
-¡¿Qué buscas pelotudo?¡-
Salte con el corazón en un puño.
Chiche me siguió silencioso, abandonando la caña de pescar junto al lago, intrigado por mi comportamiento.
-¡shh¡no grites…algo cayo del cielo, yo no tire nada boludo…eso estaba buscando hasta que vos me hiciste cagar los pantalones…-
Chiche me miro contrariado, pero curioso, oteaba hacia mis espaldas como quien espera la llegada de un tren lejano.
Saco su linterna y busco sin decir una palabra, tratando de agudizar la vista.
-para que miras si no ves un elefante en un baño-
Hizo oídos sordos a mi burla y camino por el rumbo que yo estaba siguiendo, alumbrando siempre el piso por donde caminaba.
Lo seguí intrigado, porque me pareció que se dirigía a un lugar en concreto, aunque desconfiaba de su agudeza visual.
Caminamos dando un rodeo a un gran abeto y bajamos por un empinado sendero.
Chiche parecía muy seguro del camino que había tomado, y trate de preguntarle si había visto algo que yo no.
-¿no ves allá abajo, boludo?…vez esa luz celestita, medio azulada…no, no, ahora es naranja… ¿la ves Alfredo?-
Trate de fijar la vista hacia el rincón del bosque que me señalaba chiche.
En verdad no veía nada, hasta que un súbito temblor del piso, suave pero no imperceptible, nos hizo detenernos.
Nos miramos, y no pude negar que estaba asustado. Así lo delato mi mirada.
Chiche, que habitualmente es de pocas pulgas, pero más osado que yo, no me dio esa impresión. Parecía confundido, algo nervioso, pero no lo vi Dudar en ningún momento.
Retomo el paso alcanzando la misma trayectoria que seguía antes del imprevisto temblor.
Camino otros diez metros, siempre en bajada y de pronto se detuvo, ocultándose tras un tronco.
Yo, que lo seguía a cortos pasos, me sobresalte por la brusca frenada, y me acomode como pude detrás de el.
-mira Alfredo… ¿Qué carajo es eso?-
Chiche me señalaba hacia una depresión natural, formada por un morro y unos árboles solitarios, apenas bañados por la tenue luz de la luna.
-¿Quiénes serán?..., parecen estar juntando cosas del piso…-
Por más que esforzaba la vista, no alcanzaba a ver lo que chiche me decía. Apunte con la linterna hacia el lugar señalado y de un brusco manotazo, chiche me la arranco de las manos.
-shh, ¿queres que nos vean boludo?-me dijo, e instintivamente nos agachamos los dos.
No veía nada de lo que mi amigo veía, y comencé a dudar de el.
Estaría bromeando.
O estaba borracho.
Ahí abajo, adonde mi compañero clavaba su vista, no había nada ni nadie.
De pronto, se puso de pie y con rostro desencajado por el horror, dio un grito ronco, gutural.
-¡corre Alfredo¡,¡vienen para acá¡,¡corrreee..¡-
Y al momento se lanzo en una desenfrenada carrera cuesta arriba, con mis torpes pasos tratando de seguirle el ritmo.
Sentí como una rama cortaba mi rostro haciéndome saltar unas gotas de sangre en la campera.
El vapor de nuestra respiración iba dejando un vestigio agitado mientras trataba de alcanzar a chiche, que corría como un poseso.
Prontamente llegamos a la carpa, y pensé que en ese momento detendría la marcha.
Pero no.
Chiche corría aterrorizado, y cada tanto lanzaba imprecaciones a unos imaginarios, a mis ojos, perseguidores.
Corrí lo más rápido que pude, mas por solidaridad con mi amigo que por una valida razón, hasta que luego de bordear una explanada tropecé y caí de lleno contra unos arbustos.
Cuando pude recomponerme, insulte en voz baja a chiche, tanto por el resguñon en la cara como por mi aparatosa caída.
Me saque una hoja seca que engalanaba grotescamente mi rostro y lo busque para pedir una explicación a su perturbada manera de actuar.
Entonces vi la escena mas extraña que mis ojos hayan visto jamás.
Mi amigo flotaba en el aire, mudo, inmovilizado de pies y brazos.
Me restregué los ojos como si lo que estuviera viendo fuese una imagen onírica, de pesadillas.
Pero no. lo que mis cansados ojos veían era cierto.
Sin saber que hacer, Salí de la maleza en la que había caído y por instinto tome una rama corta y gruesa, como para esgrimir una defensa hacia los causantes de esa alucinación real.
Pese al frío, comencé a sudar nervioso, aterrado.
Camine hacia el y trate de llamarlo con un grito, blandiendo la rama a modo de espada.
Las palabras no salieron de mi boca.
Desesperado, corrí, tratando de alcanzar sus pies, que pendían a unos dos metros de la superficie.
Salte hacia el con todas mis fuerzas, pero de manera extraña, estas me abandonaron. Mis rodillas flaquearon y caí con torpeza al suelo.
Cuando logre arrodillarme presa de un sopor creciente que aumentaba a cada segundo, el cuerpo inerte de chiche se elevo un metro mas y comenzó a desplazarse hacia la laguna, levitando ingrávido por sobre mi cabeza.
Seguí su trayectoria, balbuceando su nombre y sin soltar la rama, hasta que el agua me impidió seguirlo.
El cuerpo de chiche siguió su trayectoria hasta el centro de la laguna, y de pronto, inexplicablemente para mi, cayo hacia el agua con una fuerza sobrenatural, imposible de calcular.
Digo mal.
No fue una caída libre, fue como si una mano invisible lo hubiese tomado de las piernas y con un fuerte tiron lo hubiera hecho desaparecer en las aguas.
Victima del pánico, me saque la abrigada campera y me arroje al agua, nadando desordenadamente hacia el lugar de la desaparición.
El miedo me hizo tragar agua en demasía, y en un ultimo intento, me sumergí, tratando de encontrar el cuerpo de chiche.
Fue en vano.
Haciendo un esfuerzo sobre humano, inspire con fuerzas otra bocanada de aire y me volví a sumergir.
Nada.
El frío me agarrotaba los músculos, y decidí salir.
Nade lo más rápido que me permitieron mis menguantes fuerzas y llegue a la orilla con las piernas acalambradas por el hostil clima y el esfuerzo hecho.
Grite con el ultimo aliento que me quedaba y caí al piso.
No podía más.
Me arrastre hasta la camioneta, que estaría a unos 100 metros de nuestro lugar de acampamiento y llegue a la radio.
Recuerdo que pedí auxilio a un radioaficionado y di la ubicación adonde nos encontrábamos.
Cuando recobre el conocimiento, la luz verdosa de la ambulancia se reflejaba en los árboles que rodean el lago.