¡Gracias, Nínive, por las correciones!
“Los hombres aislados no tienen por definición ningún poder”
HannaArendt
Como el ave fénix, la emperatriz de los tiempos arcanos, renació al promediar la primera centuria del siglo XXI.
Era presidente de una “nación”, si así pudiera llamarse, a un fragmento debilucho de un mundo global dirigido por un Poder único .
Dirigía con mano férrea hasta donde llegaba su escaso dominio. “El gobierno concentra el poder” eran titulares habituales de los diarios.
La manipulación, con el instrumento de la corrupción estructural, era el arma infalible que manejaba con maestría.
En ese desgraciado país, como en muchos otros, junto al poder despótico se unió otro fenómeno pavoroso: la naturaleza devastada, en particular la insuficiencia del agua potable. Ambas realidades generaron en los ciudadanos primero temor, luego miedo y por último un multiforme terror. Solitarios y empobrecidos, con pocos ricos. La violencia corría por los cuatro puntos cardinales y los pobladores, con la piel arrugada y aislados, corrían de aquí para allá sin rumbo.
A la Señora la multitud de obsecuentes le llamaban “Reina”. De tanto escuchar el nombre lo fue interiorizando. Se compró una hermosa joya de piedras preciosas semejante a una coronita que se la colocaba para las fiestas patrias.
La vicepresidencia la ocupaba también una mujer, de nombre poco común: Nerona. Ella le decía “mi Reina” y repetía a los cuatro vientos los discursos de la Señora ayudada por su prodigiosa memoria. Muchos habitantes la apodaron, en secreto, “la Lora”.
La reina combatía cierto tipo de violencia, la de los delincuentes comunes, rateros, violadores; lo mismo hacían los reyezuelos de países cercanos y lejanos. Pero no tenían ningún arma. Lo que hacía era echar más leña al fuego.
El poder así ejercido no sabe de amigos. Solo enemigos listos para el zarpazo. Para colmo la Señora a garrotazo limpio eliminaba a los discursos que exigían justicia y un mínimo de autocrítica. El “cállese ignorante” estaba en su boca para endilgarlo a científicos, artistas, filósofos y teólogos. Omnisciente dictaba cátedra sobre cualquier tema. Sermoneaba en las mezquitas, sinagogas, iglesias. ¿Y la oposición política? Barrida. O comprada de forma vergonzosa
En un gélido invierno comenzó el rumor de una inminente revuelta social . El pueblo hambriento, se decía en las altas esferas, podía cometer cualquier locura.
- “ Mi Reina, no escuche esas habladurías”, aconsejó la Nerona.
- “Cállate, ¿me crees estúpida? Es la gentuza y algunos pocos traidores. Los voy a escarmentar. Esta noche hablaré por todos los medios de comunicación masiva y los quiero en cadena. Manos a la obra. A las 21 horas en punto”.
Radio, televisión e internet esa noche mostraron a la Señora vestida regiamente con su joya de pedrería en la cabeza. Estaba espléndida. Inició un encendido discurso. Hombres, mujeres y niños se sintieron más solitarios. De golpe cambió la escena de las pantallas: allí se veían dos uniformados, el escribano de la Casa de Gobierno, varias personas (tal vez diputados, senadores y jueces) y en el centro detrás de la presidente, la Nerona, con una amplia sonrisa. Esa misma noche habían declarada insana a la “Reina”. Y se la llevaron.
La Nerona juró como autoridad primera y absoluta de aquel pobre fragmento del mundo global. Habló como lora. Se refirió a un graffiti que varios locos sueltos habían escritos en la Capital ese día: “Cuando la intolerancia se convierte en sistema la democracia se hunde en la mierda”. Graznó: “ ¡la verdad salva! ¡Y yo la tengo!”.
El planeta Tierra marcha quejumbroso en su sequedad terrible. No obstante la sinfonía del Universo, con el telón de fondo del Silencio Luminoso, llega hasta la navecilla. Muchos hombres y mujeres la oyen y se entrecruzan las manos apretadas. Esperanza.
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