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Inicio / Cuenteros Locales / LadyVonCarstein / Tan irreal como platónico

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Cerré los ojos y el sueño me consumió, no pensando en que quizá sería tan placentero como despertar saboreando una compañía comprensivamente vampírica, milenaria...
Todo era negro, excepto mi rostro, mi cabellera revuelta y ondulada, en la que se reflejaba la ténue luz de una farola, en una angosta calle solitaria. Echando a andar, miré hacia atrás, tratando de mirar mi pasado pero con temor a recordarlo. Avancé, mientras las lágrimas congeladas en mis ojos castaños, negros en la noche, se derretían debido al calor que aumentaba en mi cuerpo. Cabeza gacha y mirada perdida. Miradas que se fijaban en mi aspecto elegante y siniestro pero desaliñado, con la capa de terciopelo bermeja y el corsé de raso, que ahogaba cada suspiro convirtiéndolo en un sollozo. El vacío se me iba haciendo insoportable a la vez que andaba más y más rápido, casi hasta correr lenta pero apresuradamente. No, no llegaba tarde a ningún sitio, porque a ningún sitio iba, porque a ningún sitio tenía dónde ir. Me encontré en una pequeña plaza, antigua pero robusta, con preciosas gárgolas imitando las muecas de dolor y horror más frecuentes en los mortales. Mi corazón latía más lento mientras la sangre se iba congelando en mis venas. Sentí ese implacable e indestructible deseo de ver la sangre correr por mis pálidos antebrazos mientras cercenaba capas de piel podridas, blancas como el marfil y rojas como el más delicioso vino. El frenesí me invadía a medida que permanecía quieta, y sin saber por qué, eche a correr, sujetando mi falda larga y negra, mientras la luna se reflejaba en mis ojos y en mi rostro pálido y manchado por lágrimas vacías, como vacío estaba mi corazón. Sentí falta de aire, quería respirar, vivir, seguir corriendo; morir, parar un instante en seco y caer al pozo de la desesperación mientras los mendigos tratarían inútilmente de arrebatarme todas mis pertenencias. Pero no paré, no quise parar. La sangre se me llenó de ira y el alma corrupta de odio. Un grito agudo rompió el silencio de mi adorada noche en una ciudad desconocida, en la que buscaba algo que creía con todas mis fuerzas que no encontraría. El tiempo andaba lento y yo seguía avanzando por las callejuelas solas y débilmente iluminadas por farolillos espectrales. Y sentí un golpe seco, contra alguien que se cruzaba en mi camino, cayendo al suelo, dejándome el golpe en el sueño que quería, sintiendo unos brazos que me rodeban y una fuerza que me alzaba...
No desperté en el purgatorio, rodeado de hombres y mujeres cumpliendo su pena y suplicando ir al paraíso que yo consideraba tan infernal. Abrí los ojos llorosos, y el sudor frío me golpeó la cabeza como pequeños diablillos mártires. Mi capa bermeja colgaba de un pequeño mueble lleno de curiosidades tan bellas como la luna en la noche negra como el tizón y con estrellas titilantes. El corsé ya no me apretaba; lo observé tirado en el suelo, encima de mi falda. Una cálida manta me cubría, y me estremecí al comprobar mi cuerpo semidesnudo cuando al levantarme, la manta cayó al suelo. Miré a mi alrededor. Unos títeres extraños pero fascinantes colgaban del techo. Los contemplé con cierta curiosidad durante un buen rato. Estaba de frente a la cama. Y justo encima, se elevaba en el techouna preciosa imagen que me estremeció e hizo llorar, pero sonreir de comprensión infinita. Aquella imagen representaba el amor, la pasión carnal en todos sus sentidos, de una forma abstractamente bella y colorida. Prendada de aquella ilustración, un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando alguien, colocó ambas manos en mis hombros, rodeándome poco a poco con potentes brazos hasta besar mi sonrosada mejilla. Entonces me esforcé en recordar qué pasó en aquel callejón oscuro cuando corría sin meta alguna. Yo, como supuse, ya conocía aquellos brazos, pero no aquella voz que dulcemente me susurraba al oído un simple "Tenía que ser así, Princesa".
Me di la vuelta rápidamente, agarrando la manta entre mis manos, tratando de cubrir mi casi completa desnudez. Ese rostro, conocía ese rostro caucásico. Su mentón daba lugar a una perfecta perfilacíon de su cara angelical e inocentona, al igual que perfectamente estaban perfilados sus carnosos labios entreabiertos, dejando escapar unos suspiros. Sus mejillas lucían un precioso color rosado, debido quizá, al calor que fui capaz de notar en esa habitación pese a mi gran nerviosismo. Pero sus ojos...que me miraban fijamente dedicándome una mirada dulce y puede que algo compasiva, esos ojos profundos, castaños y preciosos, cubiertos por unas cejas a la perfección separadas y rectas. Su parpadeo era sereno al igual que su expresión. Su pelo oscuro caía levemente sobre su cara y sus hombros robustos, rozando unas clavículas marcadas y un torso desnudo y bien formado, que se alzaba en cada inspiración de aquel aire espeso pero puro. Al instante se acercó en un paso lento hacia mí, y yo retrocedía, sin saber por qué, como retrocede la criatura abandonada ante su dueño antes de saborear la muerte. Pero enseguida me encontré tumbada en aquel lecho, con cojines cómodos y claros. Semitumbado a mi lado, permanecía aquel ser que me fascinaba, hablándome con la misma mirada. De pronto su expresión cambió. Una sonrisa se esbozó en su carita de ángel, conquistando todos mis sentidos. Se acercó, tomándome entre sus brazos, y yo me acurruqué allí con él, sientiendo que todo mi dolor se esfumaba mientras cubrían de besos todo mi rostro, excepto mis labios entreabiertos. No sé cuánto tiempo permanecí allí, hasta que sin aviso alguno, me llevó a otra habitación, en brazos, depositando mi cuerpo tembloroso en un baño placentero de agua tibia, dejándome sola. Pude recobrar mi consciencia totalmente, de niña errante por el mundo. Salí de aquel baño embriagador. Alguien me esperaba en la puerta, conduciéndome hasta el mismo cuarto de antes. Sentí tener una vida nueva. Una vida llena de placeres y sin aquello que me atormentaba, vacío. Y envuelta en mis pensamientos me encontré abrazando aquel cálido cuerpo, que durante horas me habló en silencio contándome todos sus secretos, llenando de besos todo mi cuerpo estremecido. Y finalmente, aquel beso indescriptible, primero rozando mis labios, hasta convertirnos en uno, en algo inseparable pero distante, muy distante.
Aquella canción melódica, con una voz preciosa y un sonido espectral que me embriagaba junto a su cuerpo. Sentí su torso desnudo sobre el mío, y en ese instante infinito pero inexistente, mi alma se elevó para subir al mismo cielo y bajar a mi cuerpo pura y limpia. No quería que ese momento se estropease, que aquel instante se dispersase, pero a pesar de la distancia, y de que mis sueños son tan irreales como platónicos, abrí los ojos para poder apreciar que ese, había sido el sueño más bonito que jamás había tenido, con una persona increiblemente...Indescriptible por todas sus cualidades y sus inexistentes defectos, por su perfección y por su belleza
Quisiera haber sido una bebedora de sangre milenaria que se sume en su sueño durante siglos, cansada de la vida solitariamente en compañía, para descansar y seguir soñando con aquel sueño tan precioso.

Texto agregado el 18-11-2005, y leído por 266 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
18-11-2005 Realmente son nuestros sueños tan inalcanzables? No, no todos... siempre stá la salida de esta vida vacía, ese sueño no se nos negará... falling-angel
 
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