SUEÑO DE UN CABARET POLITICO
Alas rosas sobre una mesa de mimbre cantan un tango melancólico. Y cinco monjas empapeladas por la columna bailan con las paperas por el suelo. Un verdugo asesina una revuelta con el liderazgo de un bandido, y hay treinta mil colores desterrados en la pared roja del fondo. La carne se revuelca con la carne. Es todo lo que hay.
Pasa un cisne muerto por las cloacas, el olor purifica la santidad católica del ambiente y la pasta pasa de bolsillo en bolsillo celebrando el vendito año de recaudación.
El padre de la fiesta se siente cómodo viendo el espectáculo: luces de colores, marionetas violadas, cerdos adinerados, caramelos ilusorios, y el Whisky, posado en la espalda de un peón desfallecido.
El asunto se trata con cautela, el dinero se arriesga la vida y las lechugas comen presas secas. ¡CUANDO QUIERAN PUEDEN EXPLOTAR!
Las jeringas se cambian el color y pasan desapercibidas entre las banelcos y las caras secas de cocaína.
El yugo del dominado yace en los zapatos del muerto apostador, la vida no esta y la muerte gana. Dios grita “ la casa invita “, y todos se vuelcan entre si para empezar. Todo esta y nadie se mueve, nadie escapa, la adicción canta con terror la sonata de la preservación, cientos de monjas vuelan sobre dios para, al fin, violarlo, y demostrar su amor.
Unos pocos mendigos intentan entrar, pero el sucio espasmo del hedor del lugar los atormenta, y los rehuye.
La suma sube, y el valor de todos se los lleva el cielo, para tenerlo y retenerlo. Un par de señores de frac extorsionan al señor con un par de almas benditas por sus iglesias de santa muerte.
El negocio crece y se expande, carcome todo lo que se le interpone, orgías de sexo púdico del primer mundo alienan el estar, infectando con su comercio de almas.
El diablo quedo fuera, solo, Dios es demasiado ambicioso y construyo sucursales en todo el mundo, los pequibu apuestan su castidad frente a la mano blanca de su dominador.
La música corre a tientas entre tanta putrefacción, y la sangre cae en las bocas del gran apostador. “la casa se lleva todo”, grita un sillón, todos se procesan, la densidad los aplasta, y el crudo clima embriaga su alma, los empaquetan, los etiquetan, y los mercadean.
Empiecen sus apuestas, que nuevas desgracias se regalaran, no hay fin en esta eternidad La estampa negra de un traje y su mano flácida, juguetea con el niño dios, mientras su bolsillo desborda todo lo que el puede esperar, todo lo tiene y todo le es posible.
El canturreo de las lámparas mantienen el clima de lúgubre desdicha, todo esta
como debe estar.
N.K. Malhtt (profanador del M.E.C.) |