Una noche común, como cualquier otra, fue invadida por el sagrado silencio del océano cuyo suspiro alcanzaba las estrellas, haciéndolas moverse,
Estas estrellas cambiaron la constelación de lo que llamamos vida,
No eran faroles comunes claro, pues a pesar de habitar en el cielo, eran del mar.
La mirada de la brisa cogió la luna, acariciándola, pues la luna es perfecta, pura, alegre,
La luna, dama de las estrellas, madre del océano, Diosa de la virginidad y la perfección,
Fue tentada, sí, tentada y por su propio hijo, y al mayor de los pecados, llamado lujuria,
Pero ¿qué es para una diosa como ella el pecado?
Fue aquella noche bañada en deseo, en delirio, en pasión, que ocurrió,
Desde entonces, nadie sabe nada, pero hay vida y es lo que importa
Desde la lluvia de sueños, bañados en niebla,
Aquellas estrellas que cayeron del cielo y fueron a caer en el mar, para recibir amor.
Pero amor entre una madre y un hijo no se compara, pero ¿y el deseo?
¿Y aquel deseo que corrompe hasta la sangre, penetrando los huesos?
No, no hay como el amor, no hay como el deseo,
No hay como la luna, el mar o las estrellas.
Que más da, de todas formas estamos solos,
Y la única compañía verdadera, son las estrellas, que ni siquiera poseen luz propia
Otra vez caía en desilusión, pero ya vez, que el mar posee las estrellas oscuras
Y aún así son hermosas, porque ellas al menos viven, no como nosotros.
Los de esta tierra vinimos al mundo para guardar la galaxia,
Pero solo la corrompemos más y más,
Digamos que es culpa de la luna, es buena excusa,
Otra vez desilusión.
Maldita lluvia de sueños, no podía simplemente sentir la oscuridad apoderarse de mí
No era suficiente con la soledad verdad, tenías que lanzarte al mar, luna excitada
Flexibles son tus brazos, antes virginales, ahora sucios,
Y ¿Cómo nació el mar? Seguramente de mano de un dios que claramente, no fuiste tú.
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