Lo olvidé, porque sus fronteras traspasaron toda vértebra sembrada en mi carne
porque mis lágrimas se volvieron sangre olor de miel,
porque su recuerdo marcó una huella en aquel sendero de nubes,
y sus ojos me fueron niebla escurridiza.
Lo olvidé, porque su ángel, solo corrompió mi abismo virginal,
me volvió más sucia que una puta barata en celo,
porque su altura me molestaba al llevarme al cielo,
y por sus manos, que eran frías, en el verano.
Lo olvidé, porque su infidelidad no me afectó en lo absoluto,
porque sus rubios cabellos alumbraban mi noche,
lo olvidé por su lengua, la cual traspasó mi alma,
lo olvidé, porque aún le recuerdo.
Le olvidé, en honor a aquellas noches de desvelo,
donde el champán y el merló, nos volvieron uno,
por nuestro bosque favorito, y por su boca, que clama mi nombre,
lo olvidé, porque ahora soy de otro.
|