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YEGÜETA
En el país del irás y no volverás sucedían cosas muy extrañas, había por ejemplo un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos, había también una bruja hermosa, un príncipe malo y un pirata honrado. Vivía blancanitos y los siete Enanieves y a Pinocho le crecían las orejas. En este lugar tan extraño parecía que todos se habían puesto de acuerdo para enloquecer a todos aquellos quienes por causa del destino llegaban hasta allí. Pero entre otras rarezas había algo, que más que raro era curioso. Un caballo profundamente enamorado, sí esto es un hecho anormal, un caballo que había pasado su vida solo y que para desgracia suya, nunca había podido encontrar el amor de su vida, porque sus mejores años los había dedicado a cargar la carreta con los regalos que en cada carnaval repartía Santa Noel y que por esta causa se mantenía alejado del mundo durante las otras épocas del año. Un día, ya cansado, de tanto viajar de un lugar a otro y sin poder aún conocer a la que sería el amor de su vida, decidió tirar muy fuerte de las riendas que lo ataban, y se lanzó contra el mundo. Para la suerte del principiante cayo atrapado en este extraño país donde para él todo trascurría normal, pues era allí donde encontraría el amor de su vida y sin ni siquiera buscarlo, allí estaba, la tenia frente a sus ojos, paseándose con desdén y muy coqueta. Era ella, el amor que estuvo deseando por tanto tiempo, una bicicleta, si una cicla muy estilizada de trinches largos , llantas bien alineadas y unos cachos que impregnaban de su sensualidad sus movimientos, acompañado del coqueteo de sus pedales. En ese momento sintió como los cachos de aquella linda doncella, a la que desde en ese día él llamaría Yegüeta, quedaban clavados en sus ojos, sabía que había llegado el amor. Así pues todos los días su Corazón latía más fuerte cuando la veía pasar. Mientras él quería tener la oportunidad de expresarle el profundo amor que sentía. Ella, Yegüeta, pasaba todos los días muy coqueta y puntual y parecía que tal amor era mutuo, que lo que él sentía por Yegüeta, ella de igual forma lo sentía por él. Y mientras todos los habitantes que llegaban al país se preocupan por entender lo que allí ocurría, ese amor se iba alimentando cada día mas, a él le gustaba su agilidad y estaba ansioso de poder pasearse con ella y poder expresarle lo que su Corazón sentía. parecía que aceleraba los latidos de su Corazón. Al cruzar Yegüeta a su lado, no se pudo contener, levanto sus patas delanteras e hizo un fuerte relincho para saludar a su amada. Por el resto de ese día no sucedió más, pero el caballito enamorado estaba muy contento, porque había empezado su conquista. Al amanecer del día siguiente, el caballito estaba allí nuevamente, esta vez aún más, hasta que un día se decidió esperar a Yegüeta en ese mismo lugar donde la había visto por primera vez, y allí venía ella, muy elegante en su andar. cada pedaleo que Yegüeta daba ansioso, pues quería también escuchar algo de ella. Yegüeta pasó y nada sucedió, pero él muy optimista volvió a repetir su hazaña, el sabía que Yegüeta quería hacer más intensa la conquista, seguro de esto, todos los días esperaba muy ansioso y puntual, esperando a ver si Yegüeta se decidía, hasta que un día, ella no pasó por aquel lugar. Como es de esperarse, aquel caballo enamorado se entristeció mucho al no poderla ver ese día, y empezó a hacer especulaciones tontas de que Yegüeta había cambiado el camino porque se había cansado de él, sin embargo, él en su afán por conquistarla pensó: “Mañana no la saludaré y ella es vera obligada a hacerlo”. Al igual que el día anterior nuevamente Yegüeta lo dejo esperando. Esta vez el caballito entristeció más, se sentía fracasado en el amor y hasta le estaba dando vueltas en su cabeza la idea de volver a su antiguo trabajo y pasarse toda su vida solo.
Luego de estos dos días tan largos y cuando estaba ya casi decidido para no esperarla más, allí venía Yegüeta con ese coqueteo en su andar, apresurada y al compás del tilín tilín de una campanita, que había ido a colocarse en esos días de ausencia para encontrarse con su amado y también expresarle lo que ella sentía por él. El caballito se alegró mucho y confesó a Yegüeta lo tonto que había sido al dudar de su amor. Así es como el caballo enamorado y Yegüeta empezaron ese día a darle rienda suelta a su amor y porque no cacho suelto. Se casaron y tuvieron muchos caballeticos y vivieron felices para siempre en el país del irás y no volverás, donde todas estas cosas las había una vez cuando yo soñaba el mundo al revés.
FIN

Texto agregado el 27-10-2003, y leído por 781 visitantes. (3 votos)


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