Inicio / Cuenteros Locales / gui / El desfile de modelos
Las candidatas desfilaron por la pasarela, dibujándose sus muslos elegantes tras esos esplendorosos trajes de satín. Sonreían todas con un rictus calcado que no era otra cosa que una manoseada felicidad de utilería, aunque bajo sus vestimentas no podían disimularse los sístoles y diástoles de sus corazones excitados. Detrás de las curvas exuberantes, sus estómagos trabajaban apaciblemente y una osamenta blanca y cadavérica se adivinaba oculta tras la piel rosácea. Una calavera sonreía tras la falaz máscara de carne y músculos faciales, la sangre se esparcía en torbellino por las opulentas estaciones de su geografía humana pero la mirada profana sólo veía desplazarse a un ramillete de bellezas llegadas de las más alejadas regiones del globo terráqueo. La sueca tenía una sonrisa angelical que disimulaba bastante bien esos elementos de tanatología, los movimientos armónicos de su cuerpo, animados por la chispa de la vida, hacían olvidar que tras esa orfebrería humana todo era nada más que piel y huesos de rápida corrupción. La morena del Senegal se desplazaba con felino paso y la candidata de China ocultaba tras su radiante sonrisa, la flor mustia de un esplendor opacado por las sucesivas civilizaciones.
Más tarde, el desfile en traje de baño, parecía más bien el tránsito breve de las expectativas hacia la cámara de gases y por paradoja, una alemana encabezaba el lote, mostrando sus vigorosos y teutones dientes a la platea. El público aplaudía enfervorizado y tomaba partido por tal y cual candidata. Las cámaras de televisión enfocaban los más relevantes primeros planos en una sucesión de imágenes que recordaban un obituario de ilusiones. Las mismas que más tarde envolvieron en bolsas negras aquellas que fueron quedando en el camino por no poseer una calavera radiante ni una osamenta perfecta. Al final, la sueca, el cadáver viviente más excelso de la jornada fue coronada con honores y derramó lágrimas de fogueo sobre la solapa de los animadores. El torneo finalizó entre aplausos y discursos y entretanto, me quité mis lentes de rayos X para disfrutar del fulgor, el oropel y la fanfarria de la impagable servidumbre humana…
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Texto agregado el 17-11-2005, y leído por 279
visitantes. (1 voto)
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Lectores Opinan |
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18-11-2005 |
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He visto tu cuento bajo la optica de los lentes de rayos x. Orininal y bien narrado.
Un saludo de sol-o-luna |
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17-11-2005 |
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Muy bueno... Detrás de todas esas imágenes armoniosas, perfectas, ¿qué quedará? Puccca |
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