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Era como despertar de un sueño profundo sabiendo que aun quedaba tanto por seguir creando, confiada como astro en nubes de platinada emoción falsa...se ahogaba en sus fantasías, simple y claro como eso. El solo hecho de tenerlo tan cerca y que de él emanasen tantas sensaciones vitales para inundar su hasta ese momento vana existencia le regocijaba el alma. Más aun la inquietaba el saber que él ignoraba de su ser, de su sólo-por-ti existir. ¡Con que ésto es lo que llaman amor!- pensaba cuando en él pensando no estaba – Debe de serlo, porque pareciera que toda la cursilería apilada junta sobre una alfombra de pétalos de fresco jazmín no bastaría siquiera para empezar a describir tal sensación. Algunas tardes en las que el tiempo era propicio para salir a ofrendar la primavera daba largas caminatas en las cuales intentaba socializar su cerebro y su corazón para que el último le diera algún indicio de cómo plasmar en papel lo que necesitaba que todos supieran –“¡Corazón, dame algo de razón!”- Pero no. Alguien alguna vez le había dicho que aquel amor que no pudiera ser exteriorizado como algo sujeto a un papel o encadenado a melifluas palabras sería el acertado, su categorización es su condena. Ella verdaderamente repudiaba cómo harían aquellos neófitos aspirantes a semidioses de la literatura para, con sus pulidas expresiones, todas quizá buscando la desemejanza mas con una sola ambicionada emoción a describir, desesperarse por dejar su huella dentro del por siempre rebuscado ambiente de la escritura. Los reprobaba, por deformar lo que para ella era señero e inconmensurable. Mas nada podía decir, puesto que ella hacía exactamente lo mismo en sus noches de mayor inspiración. Y entonces entendía. Entendía que era simplemente inevitable hablar de ello, escribir sobre eso, pensar en ello como la base de todo lo otro. Lo superfluo de lo rutinario y lo metódico de aquella mentira en la que vivía sumida. La fantasía era su salvación. Él lo era. ¿Pero, y si él realmente no existía y todo esto era una pura pérdida de tiempo? Se fiaba de que no. Pero chiquilla, oh, aun no eres más que una infanta con aires de apego por absolutamente todo lo que tu vida no es, todo quieres dominarlo, crees haber encontrado el amor. Confórmate, pequeña, con este pensamiento que deberá de servirte para el resto de tus días, no sólo en el plano de los cariños, sino, visto y considerando que el yugo de la mediocridad huele tu valor y duda en acercarse a tu pueril cuello, para aprender que todo lo que crees ver es sólo una liliputiense pieza que a duras penas intenta destacar de lo que nunca verás, y que no eres nada más que eso: una niña. |
Texto agregado el 17-11-2005, y leído por 94 visitantes. (0 votos)
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