Un rencuentro inevitable entre los dos. Una tarde entera, desde medio día hasta el anochecer.

Un día que resumió ese basto tiempo que me invadió de amor por ti.

Un día que me recordó por qué te amo y por qué te tengo que olvidar.

Ese día lleno de reencuentros, con ese nervio de volverte a ver después de siete meses de no verte, después de ese último encuentro donde te hice el amor y te deje ir sin nada, sin explicación ni reclamo.

Te tenía enfrente y lo único que veía era el resplandor del amor.

Una tarde en mi casa, contigo, con mi sobrina. Una tarde llena de juegos, de sueños.

Era como si mi cuarto se fuera llenando de viejos amigos, (sueños, anhelos, ilusiones pasadas, …) como si cada uno fuera llegando a cada instante para ir tomando un lugar para ver la escena.

Fue así como rodearon mi cama y fueron vigilantes de esas caricias furtivas y de esos besos escondidos que en silencio se daban.

Creo que la magia del momento nos cejo a todos, porque no vi en ninguno de ellos una señal de precaución.

Salió mi sobrina y tras de ella la puerta se cerró, y encerró mi amor en ese cuarto.

Hoy ni mi cuarto ni mi cama son los mismos.

Después de impregnar de amor algo, ese algo jamás pierde el aroma.

Te ame, te ame como en aquel diciembre, te ame y me perdí en tu cuerpo.

Pero en ese momento, alguien que al parecer podía abrir la puerta con cautela, entró al cuarto y empujando con fuerza, incluso tirando a algunos de mis amigos que vigilaban nuestro acto, mi acto de amor, llegó hasta enfrente y me miró a los ojos; después me susurró al oído: “Tonta… aquí no hay mas amor que tu amor”.

Entonces, sujetada de la mano de un sueño como cuando se pregunta algo de lo cual se espera una respuesta fatal, pregunté: ¿Tienes novia?

Fue en ese momento donde se presentaron todas las razones para olvidarlo.

A empujones entraron las razones de mi olvido, tiraron la puerta y masacraron a todos mis amigos de la forma más brutal. Sádicamente, todos tendidos, muertos en el suelo.

Si por sus venas corriera sangre, seguramente que mi cuarto se hubiera teñido de rojo por una eternidad.

Yo soy enemiga de la violencia, y ver ese acto de salvajismo me hizo llorar, llorar frente a tus ojos, derrumbarme frente a tu imagen. Morirme de amor ante ti.

Juré que eso nunca pasaría, pero era inevitable.

Te imploré piedad con las simples palabras: “Bórrate de mi vida por favor”; pero tú como buen sádico dijiste que no, con razones incomprensibles, irracionales. No sé que hay en tu inconsciente.
¿Por qué no me dejas?
¿Por qué cuando vez que el amor está a punto de morir de asfixia unes tus labios a él y le das respiración?
¿Por qué cuando vez que el amor está a punto de tirarse al vacío lo tomas de la mano y lo sujetas entre tus brazos?
¿Por qué cuando lo miras morir de sed le das una gota del rocío de ilusiones y lo mantienes con vida? Pero no es una vida sana y plena, sino una vida agonizante, dolorosa, llena de tormentos, de dolor, de amargura.
¿Por qué no te vas y lo dejas morir?

Creo que no imaginas lo cruel que puedes ser.

Ahora hundida de nuevo en la pena de hace un año, aún no se acaba de escribir la historia…

27/07/05