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El veintinueve de febrero de uno de esos inusuales años bisiestos, Alcocer recibe sus dos primeras órdenes: Averiguar la persona que se esconde tras un cadáver sin identificar encontrado en el río, y revisar una cinta de vídeo que llega a la comisaría la mañana de dicho día.

Si bien no parecen ser casos serios, sino más bien de esas investigaciones que precisamente los principiantes tratarían de eludir, son para Alcocer especiales. Parecerían en cambio, expedientes que no requieren mayor esfuerzo que el papeleo burócrata, que no requieren mayor riesgo que ímpetu mental. Pero bien a pesar de esto, crean en Alcocer una especial y nerviosa agitación. Su alteración quizá pueda explicarse porque son de hecho, sus dos primeros casos.

Él ha sido un inmejorable estudiante. Su paso por la academia de adiestramiento ha sido inmaculado. Ha sido el perfecto ejemplo en el curso de instrucción, pero esto es ya la vida real. No valen las erróneas hipótesis, ni tampoco las disculpas. Es, por fin, el trabajo al que siempre ha aspirado. En cambio estos dos primeros encargos parecen ,en principio, decepcionantes.

Sin embargo, el hecho de aparentar sencillez y carencia de impacto emocional no evita que Alcocer los respete profundamente. Más que respeto, quizá sea temor, porque ya no es válida la vuelta atrás una vez iniciada la marcha.

La primera hora de la mañana se ha ido en el impacto. Alcocer, tras tomar un café, emprende con su primera tarea. Decidir que orden llevar a cabo en primer lugar. a) Visitar al forense. b) Visualizar la cinta.

Para ser una elección aparentemente intrascendente, Alcocer se muestra inseguro e impreciso. Finalmente, tras un largo período de lisérgica indecisión, opta por b).

La cinta es de ocho milímetros, de esas de videocámara turista, encapotada en un adaptador VHS. No muestra aparentemente ninguna rareza. Su duración no parece superior a quince minutos. Para ser preciso, supera solo los once, y es exacta a la de la canción November Rain. De hecho, dicho hilo musical la acompaña en toda su extensión.

Finalmente lo introduce en el vídeo. El miedo a lo desconocido provoca que Alcocer mire con respeto el televisor. La imagen es oscura y el silencio es absoluto. Cuando por fin la escena se torna nítida, trata de captar cada detalle. De hecho es probable que todos y cada uno sean esenciales.

En la imagen puede observarse un salón. Sus paredes están pintadas de un color amarillo suave, y su decoración combina modernidades, con objetos y estantes de almacén industrial. Perpendicularmente a la cámara se encuentra un cartel enmarcado de As good as it gets cuyo cristal está roto. En dicho cartel puede observarse a Jack Nicholson que sonríe hacia arriba, oculto tras unas gafas oscuras.

Aparece paseando un hombre, se acerca al equipo de música y lo acciona. No lleva más vestimenta que un calzón largo, boxers, que así los denomina nuestra americanizada cultura occidental. Tiene un cuerpo perfectamente proporcionado y aparenta unos veintitrés años. Llama la atención por encima de todo, su poderoso y duro pecho y, especialmente el tatuaje que hay en él.

Se trata de la imagen de la tragedia y la comedia. Pero no son típicos antifaces carnavalescos. Tienen, más bien, una estética gótica y necrófila. Se contonean, y parecen amargadas y sátiras. Encima y debajo de ellas puede leerse una leyenda: Laugh now that you can do it. You will cry later.

El cuerpo se mueve agitado y saca un sofá del extremo de la imagen, arrastrándolo hasta situarlo en el centro del objetivo. En uno de los brazos del mueble, está un traje cuidadosamente apoyado. El hombre se sienta y mira fijo a la cámara.

Tiene el rostro endurecido, adornado por un proyecto de perilla que cualquier cejijunto supera. Tiene la mirada profunda y los ojos brillantes y moteados, acentuados con pestañas alargadas y gruesas cejas, una de ellas partida por una vieja y fina cicatriz. Fuma despacio y hondo de un cigarrillo recién liado.

Cuando comienza a hablar, su voz es segura y grave. Sin embargo tiene a la vez ese tono simpático y, si se me permite, guasón. En ocasiones se traba, y el registro que emplea es totalmente coloquial. Su gesto es sarcástico y cínico, y parece que esté actuando. Sin embargo, es posible que, acaso por primera vez, no esté interpretando.

"... Me llamo Víctor Rota, señor madero y seguro que se está preguntando que coño es esto y, sobre todo, porque le llega a usted esta mierda... Pues no lo sé. Era la forma fácil de hacer lo que tengo que hacer sin que nadie tratara de evitarlo... Además, cuando usted lo reciba, ya será tarde para que nadie trate de impedirlo... Sea como sea, no es nada personal. Espero que usted haga llegar esto a quien tiene que llegarle...

"... Me voy. No lo he pensado demasiado, joder, si le hubiera dado muchas vueltas a lo mejor no lo hacía. Pero basta coño, que ya me eché atrás muchas veces. Quisiera a menudo haber hecho algo distinto, haber hecho algo grande... Nunca lo hice, claro... Pero no es esto lo que me aparta. Tuve muchos objetivos, muchos fines en la vida, y no se cumplieron... Pero no es eso lo que me mata... Sin embargo es esto que voy a hacer ahora, quizá lo más grande, quizá lo único que todos recuerden de mí. Será, por decirlo de alguna forma, mi legado.

"... Con esto me quiero despedir de todos. No os diré porque me voy. Algunos lo intuiréis. Otros siquiera os daréis cuenta de que coño estoy hablando...

"... A mi familia les quiero decir... A mis padres sí, joder y a mi hermana claro. Vosotros no tenéis la culpa. No sé si fuisteis mejores o peores de lo que podíais haber sido, pero el caso es que no me quejo, ¿no? A pesar de las discusiones, de las historietas que hemos tenido cada día... No tenéis la culpa, no. Eso fijo. En parte lo siento porque es seguro que vais a estar jodidos un tiempo.

"... A algunos, de esos que os he llamado amigos por decirlo de alguna manera... Amigos, os pido también perdón. Bien posible es que sea un jodido egoísta... Tan posible que yo mismo lo pienso. Muchos han muerto, y no tuvieron oportunidad de aprovechar esos días. Yo la tengo... ¿O no? Puede que tampoco yo haya tenido la elección... Que todo se haya vuelto contra mí... O al menos a mí así me lo parece, desde luego.

"... He disfrutado muchas veces. Como todo el mundo ¿No? Yo creo que sí, que como todo el mundo. El caso es que a pesar de esto, yo ya no puedo seguir adelante. Esto no es ya una mala racha, es algo crónico. No veo el fin de esta situación, no veo ese horizonte esperanzador que llevo años esperando. No soy la persona que querría ser, y lo peor... No sé cuál es esa supuesta persona que querría ser... Tampoco tengo claro eso. Ni siquiera eso joder. Lo único que parece que puedo afirmar es que ya no tengo objetivos, es que no hay nada que me anime a levantarme cada mañana. Durante un tiempo me movió el amor, otras veces los sueños de una vida mejor, y a menudo la venganza... Ya no, joder. Ya nada de eso me invita a seguir.

"... Y a ti, Lucía, a ti no te he olvidado. No sé si te sorprenderá que te mencione, o siquiera te importe. No sé si a estas alturas me odiarás, o quizá ya lo hacías antes. Pero eres la única que me permitió ser la persona que un día creí pretender ser... A ti, espero no hacerte ningún feo. Espero que no interrumpa nada, porque es esa duda la única que prácticamente ha impedido que esto sucediera antes...

"... Vivir por mí. Aprovechad esos días. Yo ya me siento incapaz de hacerlo, pero vosotros... Hacedlo joder. No dejéis que nada os arrebate la intención, la esperanza... Esa, ¿Cómo decirlo? ¿Motivación por vivir..? Y bueno... Yo me voy al río.


El hombre se levanta y comienza a vestirse despacio, mirando fijo y serio a la cámara. Sus ojos son ahora melancólicos y decididos al tiempo. Cuida todo detalle, y lo hace de una forma secuencial. Camiseta de tirantes, calcetines, camisa, corbata, pantalón y chaqueta. Todo cuidadosamente. Cuando se ajusta los gemelos de la chaqueta, las lágrimas ya han asomado a sus ojos. Finalmente se acerca a la cámara y la imagen se vuelve nebulosa.

Alcocer apaga el vídeo. Mira al techo durante unos minutos, y trata de analizar lo que ha visto. Está sobrecogido y probablemente vacío. Enciende un cigarro para tratar en vano, de apagar su nerviosismo.

Cuando por fin reacciona, hace lo pertinente para que la cinta llegue a la familia del autor. La introduce en un paquete de embalaje, y la dirige a envíos. Tras esto se dirige al forense.

El hecho de que Alcocer compruebe que el cadáver sin identificar posee el rostro que le ha estado hablando durante once minutos es prácticamente anecdótico.




Marzo 1999

Texto agregado el 17-11-2005, y leído por 187 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-11-2005 Joder buenísimo, sin palabras!!!! _LUNA_
 
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