Vamos a escribir en una pantallita pequeña algún texto que nadie más encontrará relevante aparte de nosotros y nuestro psiquismo. Lo hacemos para recuperar el sentido arameo de la vida, y para también, borrar los remordimientos de una vida no gestada desde el final de las bataholas y algo. Los arameos. Los arameos. Las triciones y los arameos. Serán necesarios que los algos se vengan a nosotros. No creo que los algos se vengan a nosotros. Alguien siempre podrá leer. ¿Alguien siempre podrá leer? ¿Y si no hay nadie que siempre pueda leer? Desligarse de la independencia, ser para la independencia, forjarse solitariamente. Como cactus. Abrirse paso entre la maleza y la gente que corre mano a diestra y siniestra con risas diabólicas y dientes como volcanes en celo. Porque se dan los casos en que las personas, o sea, los vehículos, chocan por no. Pero eso no tiene nada que ver. Destructivo, el auto. Pero no, menos, menos, menos. Intensos deseos de desapariciones frustradas por afanes armamentistas. No, menos. No, no tan menos, pero menos, no lo necesario, no lo real, no es eso lo que quería decir. Nada es lo que quiero decir, definitivamente. Pero no por eso todo va a ser mejor o peor o igual, o distinto o nuevo o lo suficientemente motivamente como para escribirlo en algún lado en el que nadie logre comprenderlo, o todos, que sería exactamente lo mismo.
Diversión. ¿Hay algo fuera de la diversión? ¿Habrá algo fuera de la diversión? O sea, en la tragedia, habrá algo bueno en la tragedia, por ejemplo. No el valor de las sensaciones ni esas farándulas, o que sufrir te engrandece. Lo otro digo. Lo de la superación de los sentidos por algo más trascendente que no sea religioso. ¿Sólo lo religioso será trascendente? Digo, lo religioso que de verdad es religioso, no los campanarios, no las cosas de piedra. Las gárgolas. Los mitos urbanos. El placer de la diversión. ¿Existirán cosas fuera del placer de la diversión?
Más. Espíritu obsesivo. Quiere más. Más allá de la diversión, ¿habrá vida?
Qué. No sé. No sé. Qué. No sé. Qué. No sé. Escribir más rápido no hace pensar más rápido, evidentemente, pero tampoco quiera pensar más rápido o cerrar esto de forma magistral y/o educativa o formal. Ya no. Ya no existen.
Ya no existen las formalidades.
Tampoco existen las ideas traicioneras, deberían estar ahí, carcomiendo, ocupando el espacio que genera el espasmo de la nada, la saturación de la sensación, el colmo del placer, la finalidad de la diversión. Los ojos que se cierran, la sobredosis poética que hace manierismos con los sentimientos, estrujándolos y haciéndolos vomitivos, causando ansias eternas por la visceralidad de la guerra, ideas de procariontes, vidas ascetas.
Desarrollos largos. Desahogos cortos. Llantos secretos de mujeres secretas. Yo no.
Probarse a sí mismo. Irrelevante. Como todo cuando lo ves de lejos. Porque de lejos se ve íntegramente desparramado, inconexo, mudo, absorto en una estalactita viva.