Autorretrato
Por mi parte soy,
o creo ser:
duro de nariz,
brillante de ojos,
generoso de canas,
creciente de abdomen,
robusto de piernas,
blanco de tez,
honrado de pasiones,
complejo de palabras,
tierno de manos,
sensible de corazón,
aficionado a la sabiduría,
cultor del buen beber,
andariego de caminos,
instintivo por olfato,
entrometido entre pájaros,
argentino a perpetuidad,
devoto de mis amigos,
precavido de enemigos,
relajado en familia,
resuelto en los salones,
derrochador de placeres,
navegante de boca,
melancólico de amores,
incansable de deleites,
luchador hasta el agotamiento,
obstinado por naturaleza,
nervioso por herencia,
fecundo de emociones,
rápido de contestaciones,
ocurrente a toda hora,
esplendente de ternuras,
monumental de apetito,
tigre para el sueño,
trabajador irremediable,
ordenado insoportable,
persistente por prudencia,
tenaz por discernimiento,
valiente por necesidad,
somnoliento por vocación,
solícito de mujeres,
activo por padecimiento,
docente por virtud,
historiador por bendición,
escritor por esfuerzo,
y padre hasta la eternidad.
© María Jimena, Verónica & María Laura
Cuando cumplí cuarenta y ocho años mis tres hijas me sorprendieron con un regalo inesperado. Una foto mía enmarcada y en baja resolución y, sobreimpreso, este texto -parafraseando a Neruda-, en el que plasmaron en palabras la forma en que veían a su papá. El cuadro está en un lugar privilegiado de mi biblioteca, entre mis libros más usados y más queridos. Hoy sentí la necesidad de publicarlo para reconocerme -¿recordarme?- y antes de dar un paseo por esos callejones oscuros del alma, que tanto nos cuesta recorrer. Porque si ellas, que apenas salían de la niñez, me vieron así... algo de eso debía existir en mi persona. Por lo menos eso quiero creer.
Simon Paterson
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