Soy todo y no soy nada al mismo tiempo. Dichosa antítesis la de estar vivo; lujurioso caminar sumergido en vueltas, en cálculos y divagaciones. Incomparable aventura es ésta de vivir.

Soy todo cuando me siento bien, cuando me muero por respirar y no puedo parar quieto. Cuando renazco después de un duro golpe. Me siento “todo” cuando me miras, cuando te siento cerca, cuando te desnudas ante mí. Cuando mis ojos brillan de un modo especial, descargando destellos de estrellas.

Me siento parte de la nada cuando me acobardo, cuando siento el miedo y la duda inagotable, cuando no percibo más allá en el camino. Cuando creo morir y me retuerzo en un diminuto charco. Me siento nada cuando me hieres sin motivos, cuando me hablas desde el rencor, cuando no estrechas mi mano.

Me siento “todo” y “nada” porque estoy vivo, porque cometo cientos de errores, porque sonrío sin pensar, porque no tengo un patrón determinado y porque más allá del negro tengo una paleta cargada de multitud de colores.

La nada no es todo… todo puede no ser nada. Juego y apuesto por estar siempre en ambos términos y no en uno sólo. Exprimo hasta el último suspiro cada lado de la balanza, porque gracias a estos extremos me siento persona, soy capaz de seguir un norte y mi rumbo tiene sentido, incluso aunque no vaya a ninguna parte.



P.D: Escrito sin sexo definido, solo desde lo más profundo de la propia persona; que en realidad lo es TODO (y al mismo tiempo no es NADA)