En aquel desván descansaste,
por tantos años sin hojearte.
¿Cómo poder olvidarte?
¡Cómo no recordarte!
Oh, querido Silabario,
cuántas generaciones abierto,
deleitándose con tus dibujos,
con tus rimas, con tus cuentos...
Y aquella canción del trencito,
que en tus últimas páginas vive,
mostrando un niño durmiendo,
y a caballos saltarines.
Y la pa pa y el pe pe y el pi po,
con la ma ma, el de do y el ni do,
acompañan mi pluma ya suelta,
con la lla ve, el bu rro y el chi no.
Fuiste a la escuela con muchos,
mis padres, hermanos y amigos,
quienes tuvimos la dicha primera,
de aprender a leer contigo.
Un libro usado eres ahora,
con tus hojas marchitas y oscuras,
como un tambor africano,
tu corazón aún late con fuerza,
Silabario Hispano Americano. |