La vio. En sus ojos descubrió el brillo del amor, ese amor que sólo se halla una vez en la vida; ese amor que se lee en los cuentos, porque pocos se animan a vivirlo. Pero él era distinto, y estaba decidido a arriesgarse, se acercó a ella lentamente, y a medida que decrecía la velocidad de sus pasos, aumentaban los latidos de su corazón. Cada paso que daba, se parecía más a aquellos que tanto criticaba. Esa mujer perfecta, asustaría hasta al caballero más valiente. Pero siguió acercándose, la bella dama sonreía y sus ojos continuaban brillando. Cuando estuvo junto a ella, tomó su cintura suavemente, y sintió las caricias de aquellos delicados brazos sobre sus hombros. Se miraron, se admiraron, en una eterna mirada, que los llevó a lo más profundo de su ser. Se besaron, el cerró sus ojos, para sentir esos hermosos labios con todo el poder de sus sentidos. Tan intenso fue su sentir, hasta que en un instante ya no sentía nada, abrió sus ojos, y allí estaba, recostado en su cama, cuando descubrió con tristeza que sólo había soñado. Decepcionado, y ya sin poder dormir, decidió levantarse; cuando se dio vuelta, encontró, sorprendido, que se encontraba, acostada junto a él, la mujer de sus sueños |