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Aquel hombre que pasaba los días sentado en el banco de la plaza.
Ese hombre solo y con mirada perdida hacia algún lugar, que él sólo podía ver, llevaba toda la tarde sin moverse, pasaban los días y el anciano siempre estaba en el mismo lugar con su mirada perdida.
Los muchachos que revoloteaban por la plaza se burlaban del anciano que parecía una estatua a la distancia suficiente como para que sus burlas fueran tan mediocres como la imagen del anciano solitario.
Una sensación me impulsó a acercarme al banco y sentarme junto aquella estatua viviente que era objeto de tanta burla.
En un principio intenté sacarle una conversación digna del ascensor mas estrecho, pero mis esfuerzos se perdieron en vano, ya que aquellas palabras parecían rebotarle sin ningún tipo de expresión en su cara, como si el solo fuera el único habitante del banco de la plaza central, haciendo que me sintiera el ser mas estúpido de la faz del planeta, ya que me sentí tan ignorado como las primeras gotas de lluvia de una tormenta.
El silencio inundó la plaza, el banco, todo lo que nos rodeaba y me introduje en el, sin darme cuenta me quedé también con la mirada fija, constante hacía algún lugar en el que jamás me había fijado, quede hipnotizado por todo lo que me rodaba.
El silencio desapareció de repente, súbitamente cuando la voz de aquel hombre resonó en mis tímpanos.
-¿Por qué pierdes el tiempo aquí sentado?, seguro que tienes mejores cosas que hacer.-
La verdad es que sí tenía mejores perspectivas de pasar aquella tarde, hacía tiempo que debería estar en otra parte, en otra plaza, me esperaban pero realmente no sabía si debía o no ir a aquella cita, el miedo al rechazo me llenaba de terror. Debería estar lejos de aquel hombre, de aquel banco, de aquella plaza, pero sin pensar en nada más, contesté que no tenía que hacer nada más en ese momento.
El hombre me miró fijamente y sonrió.
-Bueno muchacho, si realmente no tienes que hacer nada, permíteme que te cuente una historia.
Asentí con la cabeza y le dije que era todo oídos, realmente tenía mucha curiosidad por saber algo más de aquel anciano que pasaba los días sentado en aquel banco.
El anciano perdió la mirada de nuevo y comenzó a relatarme la historia.
Hubo una vez un niño risueño que jugaba cada día en el descampado que hoy en día es esta plaza, un tarde el niño se fijó en la hija del barbero que tenía su barbería justo delante de este banco, las miradas de los dos jóvenes se cruzaron un segundo que duró un mundo.
A partir de esa tarde de verano el niño se quedaba todos los días esperando a que la muchacha apareciera por la cristalera de la barbería para poder cruzar la mirada de nuevo.
Un día gris los padres del chaval decidieron mudarse de ciudad y marcharse lejos de aquel descampado y de la barbería donde cruzaba su mirada a escondidas de los demás niños. La angustia que le lleno en ese momento jamás la volvería a sentir hasta aquel día que el cartero llamo a su puerta, a la puerta de aquella casa nueva y extraña para él, el cartero le traía una carta con remite que reconoció tan bien, era la dirección de la barbería, donde en la cristalera veía aquellos ojos que se cruzaban con los suyos, haciendo que su estómago fuera invadido por millares de mariposas, en la carta leyó por primera los pensamientos de la muchacha, ella le abría su corazón y por primera en la vez en su vida descubrió palabras prohibidas para su edad.
El muchacho fue creciendo y con el tiempo la caja donde guardaba su mayor tesoro, las cartas que recibía, fue llenándose, pero jamás se atrevió a volver a aquella ciudad, a aquella barbería.
Un día de primavera dejó de recibir correspondencia con remite conocido. Las cartas que le sumergían en un agradable sueño. Angustiado nuevamente se decidió a volver.
Cuando llegó de nuevo a aquel descampado, cual fue su horror al descubrir que durante los últimos bombardeos, una de las bombas de los malditos nacionales cayo sobre la barbería, acabando con la vida del barbero y su hija.
Desde entonces el muchacho envejeció sentado en el banco donde ahora mismo estaban sentados, esperando el milagro de volver a cruzar sus ojos con aquella muchacha, aquel muchacho descubrió que si hubiera tenido el valor de volver de nuevo con aquella chica, a aquel descampado, hubiera disfrutado de la compañía de su amada tan lejana.
Pero no lo hizo.
Aquel muchacho que ahora es un viejo senil y loco es el que ahora te da este consejo, levántate ahora mismo y ve a donde te esperan, no te conviertas nunca en un viejo loco, realiza tus fantasías y deja que los sueños se conviertan en realidades, guarda los temores en un cuarto oscuro y tira la llave.
Justo en ese momento el hombre calló, el silencio volvió a la plaza y yo me levanté y me encaminé sin temor hacia donde me esperaban, hacia mi sueño, hacia mi vida.

Texto agregado el 15-11-2005, y leído por 285 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
26-11-2005 AGUANTE BOCA CAMPEOOOOON arrazador
19-11-2005 Preciosa y triste historia, relatada con maestría. Me encantó. Besitos y estrellas, Magda gmmagdalena
17-11-2005 Que belleza de relato por su comienzo y su final no tiene desperdicio, además narrado con mucha técnica, me encanto la profundidad del mismo, un beso y mis felicitaciones ***** lagunita
16-11-2005 Excelente cuando_nieva_sobre_los_cedros
16-11-2005 Un buen consejo para los jóvenes, ojalá te lean y te escuchen! Iwan-al-Tarsh
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