La crucifixión de la araña.
–¿Esos dibujos son tuyos?
–Sí, las mujeres desnudas me complican –le dije, entretanto mi dedo bajaba su frente a la boca, apenas tocando.
–¿Por qué? –preguntó, ignorando mi dedo en su seno.
–Las mujeres tienen curvas suaves que excitadas endurecen, y eso, no puedo dibujarlo –respondí, con el índice delineando su curva hasta llegar al punto duro, su pezón. Signo PARE. Seguía ignorando mi dedo–. Aquí me complico sin saber que hacer.
–Nada hay que saber –dijo, antes de convertirse en una araña dentro de la cama, como ocho extremidades dando vueltas sin saber quién arriba de quién, y nos desgastamos los lunares deseando morir para descender al infierno a refrescarnos. Los tactos punzaban y las suaves curvas femeninas fueron trémulas, ella también me produjo el efecto mientras los fluidos cambiaban. Le abría la boca para hacerla estallar, luego sus piernas, no fue necesario, ya habían cedido. Yo estaba arriba y ella con el pelo suspendido y la cabeza colgando afuera del borde de la cama. Tenía el control a pesar de haberme entregado por completo. La crucifiqué hasta que terminó y se fue. Se fue con muchas cosas mías, le di todo y lo único que no extrañe, mis ahorros. Tuvimos una relación tan “integral”, light. Me dejó como pan duro en la mañana. |