Las horas se hacían interminables. Esa incertidumbre por lo imprevisto de la cita con Clara, la novia de su mejor amigo, le preocupaba. Tejía muchas hipótesis, descartaba que fuera algo grave. Si bien en la última reunión que estuvieron los tres juntos, el tuvo una sensación extraña, ella nunca había cruzado su mirada con esa insistencia. Pensó por un momento, tendrá algún lío con Matías que deseaba transmitirme. Con las correspondientes disculpas por el atraso, Clara fue directo al tema: Matías la dejó. Después de convivir seis meses en armonía, ayer por la tarde, sin una explicación válida decidió volverse a la casa de sus padres.
––Amigo ¿vos sabías algo?
––En absoluto, la semana anterior me comentó lo bien que estaba.
–– ¿conmigo?
–– ¿con quien iba a ser?
––Juan, tu eres su íntimo amigo, me siento destrozada, tardé un tiempo pero me enamoré finalmente.
––Sé toda la historia, Matías se enloqueció contigo desde el primer día. No me explico este cambio. Si te parece hoy mismo lo veo y trataré de saber que ha pasado.
La discusión entre Juan y Matías fue agitada. Se había terminado la amistad de tanto tiempo. No lo podía creer, durante tres años había insistido con Clara, no había día en que le dejara de transmitir la angustia en que se veía inmerso por el rechazo. Durante un año fue al psiquiatra por temor a desbarrancarse y terminar en una depresión irreversible. Ahora, consumado este amor, entregarse ella con sincera pasión, la explicación para dejarla fue tenebrosa: “Me hizo pasar tres años infernales, ahora le toca a Clara, al segundo año había perdido el fuego por ella, pero no estaba dispuesto a perder la partida.”, le confesó sin ningún escrúpulo.
––Viejo gané el jueguito, me importa nada esta mujer, cuando me acostaba tenía que hacer bastante esfuerzo para sentir algo .
––Te pregunto Matías ¿quién te ha metido tanta bosta en las neuronas? Sabés, me siento con vos aquí por última vez, tu rostro se me presenta transformado, te pondría un filoso cuchillo para acabar con tu lengua.
––Chau, dale saludos a Clara, jaja.
Juan partió para su casa, sentía la responsabilidad de su influencia para que ella se uniera a Matías. Después de meditar cómo le explicaría la actitud de este, decidió contarle la verdad sin guardarse nada.
Ese mismo día se reunieron. Cuando terminó de transmitirle los motivos de la decisión, ella miró fijamente a su amigo y susurró
––Agradezco Juan tu sinceridad. Sin duda me equivoqué. Hubiera tenido que
seguir mi presentimiento. No quiero que te sientas culpable de nada. La
tonta he sido yo. Creí siempre que el problema de Matías lo iba a solucionar,
me consideré superior, fuerte, seductora para resolver su enfermedad. Querido
amigo, ¡él es impotente!
––¡Mi Dios!
CLARISIMA
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