Las tazas de oro
beben copas de odio,
las copas de odio
golpean su cabeza contra la pared.
La cabeza contra la pared
ilumina desiertos ciertos,
ciertos desiertos
apagados por alguien,
a ser nadie juega alguien,
desiertos prendidos por nadie vuelven,
pero alguien
los retrotrae a su estado natural.
El viento sopla, el oro brilla,
las copas se beben a sí mismas.
El odio remuerde
las zapatillas de la conciencia,
los tranvías deambulan
en los sueños del saber,
el saber deambula
en el inconciente, la verdad.
¡La verdad es
que por mas dorada
que sea la taza,
el odio siempre está presente
bebiendo de nosotros,
nuestras cabezas
siempre están desiertas,
hasta que alguien aparece,
dejamos de existir,
cuando estas huyen,
volvemos a vivir con alguien,
o inventamos a nadie,
estamos en estado natural,
solo que esta vez,
nadie aparecerá!
Espero que alguien
no se ponga celosa. |