Ahora no llueve, pero va a volver a llover así que fui rauda a recoger la ropa que tendí por la mañana; detesto que vuelva a mojarse lo que tanto detesté lavar.
Pero bueno, los deberes son deberes y todo estaba muy, pero muy atrasado... Es que siempre tengo algo que hacer...Bueno, tampoco es tan así, siempre tengo algo que me gusta hacer y me gusta rendirme a eso: al juego, a meterme en una buena historia, fimada, escrita, recordada, o por vivir, a veces necesito llamar a alguien: a un cómplice, la culpa repartida no engorda.


El tiempo no da para todo y como soy realista elijo jugar.


Por encima del monitor, veo el paisaje inquieto, para él también es domingo y es probable que la promesa del atardecer le resulte algo pasible de ser resuelto.

Que de mi no espere nada, yo no tengo la mínima noción de qué se hace con esas tardes que cierran para abrir quién sabe qué, apenas sostengo la idea de que las noches son la mera ilusión de un punto y aparte, de un borrón y cuenta nueva.


Mañana me diré ante el espejo – ¡Buen día!.


Y sí, cómo no deseármelo, cómo no compartirlo – ¡lo único que faltaba! – sobrevivir a un domingo y no tener talento para el autoengaño; pensar, por ejemplo, que Lunes es despertar en un país nuevo, que no tendré que buscar el rimel por cualquier lado, que el almuerzo se hará solo mientras yo ando haciendo todo lo que autoengañándome, me dije que haría el lunes.

Que saldré de casa, como siempre, sin un minuto de margen y que el colectivero al verme venir corriendo no va a disfrutar pensando que llegaré tarde al trabajo y van a retarme. Él señor tiene un horario que cumplir, su problema no son los pasajeros.
¡Que ganas de decirle que nadie va a retarme!, que trabajo de forma independiente, que me angustio por no tener sueldo, ni aguinaldo, ni vacaciones pagas, bueno..., ese era otro cantar, no es justamente el tema hegemónico de esta tarde: va a llover.

Mañana será lunes – ¿y qué? – He sobrevivido a millones de ellos.


Levanto la vista y allí el paisaje. Ya no sé quién mira a quién.
A ojo de buen cubero, el gris está más oscuro, y las nubes estrechan filas. Las hojas de los plátanos se abanican no sé si el balanceo es el gesto que acompaña al chisme o es que ... bueno, la verdad que fue un día pesado, bastante húmedo.
¿Sabrá la tarde que, para ella, no hay solución?
Hasta cambió la composición del oxígeno por culpa de ese perfume que se ponen los árboles para seducir a las tormentas.


Va a llover.


Miro el libro que tengo a mi izquierda: “Una lección de Vida y otros cuentos” de R. Fontanarrosa, Edic. De la Flor.

¡Perfecto!
No sé cuántas veces lo abrí y menos sé aún, las veces que me reí con él.
Abro en una página como quien no quiere la cosa, después de todo da igual, leo:

“Ya no vislumbro tus ojos
tras la ventana y la reja
por eso en alguna queja
temo que pienses en otro.

Triste, solo y amargado
desde mi pieza te evoco
dicen que estás en Devoto
con un vestido rayado.”


Buena música... y ¿quién dijo que no había solución?
Sigo leyendo...

“Clamó el impotente:”¡La imaginación al no poder!”


Mañana será un buen día, es muy probable que así sea.




Cristina Chaca