Bovarismo
Era sábado por la tarde y yo recorría la avenida San Jerónimo a bordo de un microbús, leyendo Tokio Blues de Haruki Murakami.
“Reiko siguió escribiéndome incluso después de la muerte de Naoko”
Leí estas líneas e inmediatamente cerré el libro de golpe, como si un toque eléctrico hubiera chocado con mi espalda. Me quedé sorprendido mirando por la ventanilla las pálidas luces de los autos con los ojos bien abiertos. Un vivo cosquilleo fue subiendo por mi espalda y se apoderó en un instante de todo mi cuerpo, estremeciéndolo. Mis ojos, sin saber qué hacer, comenzaron a moverse de un punto a otro mientras se iban humedeciendo.
A pesar de estar sentado como muchos a mi alrededor, en un transporte público, me sentí de pronto como un beckettiano ser inerte en un lugar desolado y silencioso, no pude evitar que algunas lágrimas escaparan de mi rostro, estaba desconcertado.
A punto de llegar a mi destino creí sentirme mejor, pero al descender del transporte veía todo sumido en un estado de embriaguez, mis pies caminaban sin que los sintiera, las luces se alargaban como cuando el pintor extiende un color sobre el lienzo, las personas pasaban junto a mí como fantasmas, como sin no estuvieran allí de verdad y sólo fueran un recuerdo. Nuevamente sentí cada milímetro de mi piel sacudido por un extraño temblor que acompañaba la tristeza que emanaba de mi interior.
De verdad que se me hace extraño, no comprendo la naturaleza de mis sentimientos, hacía apenas un día me encontraba abrazando a una amiga que fue mi novia recientemente, llorando en mi pecho, y yo, allí parado como un hombre de cera, tan poco sensible ante ella.
-En ocasiones como ésta es cuando me siento vacío, insensible.- Le dije.
-No sé, a veces quisiera ser una película para que me quisieras. –Me dijo con su voz temblorosa a causa del llanto.
Son éstas palabras las que escuché de nuevo en mi interior cuando lloraba por la muerte de Naoko, el personaje de Tokio Blues. ¿Por qué soy capaz de sensibilizarme tanto ante una obra de teatro, una película o un libro, pero no con las personas de carne y hueso que me rodean?
Me gustaría vivir la vida real, le dije en una ocasión. Y es que la ocasión que más he estado cercano a enamorarme ha sido en una película de Bertolucci, muchas de mis momentos de mayor alegría, de tristeza, excitación, emoción, de paz, han sido en una obra de teatro o en un libro, ante personajes inventados, que nunca existieron, que nunca escaparán de la fantasía para charlar conmigo.
Naoko es sólo un nombre que he leído y sin embargo ese Sábado por la noche caminaba recordando su cuerpo iluminado por la luna aquella noche en que se desnudó ante Watanabe sin decir palabra. Pensaba en su sonrisa, en su figura silenciosa al escuchar a Reiko tocando la guitarra, en sus esperanzas de recuperar la salud mental, de estar en un futuro con Watanabe, en el que tal vez vivirían juntos y harían el amor por las mañanas. Pero Naoko ahora estaba muerta, así de pronto al voltear la página.
Parece que hubiera sido más tiempo, pero en las casi tres semanas en que leí Tokio Blues pasaron muchas cosas en mi interior, entre ellas destaco el que hiciera conciencia de lo bien que me siento al estar solo, realmente es algo que me da mucha tranquilidad. Una gran parte de mi tiempo la prefiero compartir con Watanabe, Naoko o con Midori que con mis compañeros de la vida real.
Sucede que en ocasiones después de leer durante un rato un libro, o después del teatro o del cine, las personas se me hacen tan extrañas e irreales como Watanabe vio el mundo al salir de la residencia donde estaban Naoko y Reiko. Me parece de pronto que todos esos estudiantes caminando, riendo, besándose y tocándose estuvieran muertos hace tiempo. O también me invade la sensación de que de alguna manera estoy en una especie de pasado, o en un lugar extraño a mí y entonces me pregunto ¿pero quién soy yo, cuál sería un lugar donde me sienta a gusto en compañía de otros? Pero la respuesta no llega y solo me resta regresar a la ficción.
Total, supongo que todo esto es parte de la adolescencia y de haber compartido éste tiempo con personajes tan interesantes.
Ahora me voy, faltan escasas diez páginas para despedirme de Watanabe, no tiene caso retrasarlo más, tendremos que enfrentar la muerte de Naoko juntos. |