Corre la tarde trementina entre arcoiris y nubes,
pespuntes, números locos, aspiradoras y sueño,
y descartamos tu beso -es tan casto que no nos sirve-
y descartamos tu sueño avanzando por mí
-es tan utópico que lo deseamos con rabia y vehemencia-
y descarto tu espuma de mar bañándome tarde a tarde
-al final me comerías hasta hacerme desaparecer-.

Y detrás solo quedan capuchones de lápices de colores,
fotos robadas entre amigas, sonrisas y miradas fugaces
-tan fugaces, tan fugaces que no notabas mis manos
en tu espalda y abrazo, en tu cintura y cadencia,
en tus labios arrebatados, en tus rizos y el viento-.

Y ahora intento guardarte en una caja verdemar
con imágenes empezando a borrarse y letras dobladas.
Te sacaré de ella cuando mi mano temblorosa
haya hecho olvidar mi vida y el ocaso me llame
y te preguntes –o me pregunte- quienes fuimos
y porqué no dejábamos de girar cuando las palabras
nos unían y los besos dibujaban caminos eternos.