En el parque
han crecido farolitos de cartón
y a expectativa están dos seres cantando:
la tregua de la última tarde.
Las estatuas heridas
se quejan de la tibieza
y de las luces de atardecer.
El blanco laurel de sus cabezas
cuentan innumerables coronas ecológicas.
Las ocupaciones se han disgregado
del puntual horario de la campana
y del punto exacto.
Las palabras sólo conviven
con los fugaces mordiscos del viento.
Texto agregado el 13-11-2005, y leído por 222
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