La última taza conserva el jugo del encuentro fugaz de nuestros cuerpos. Anhelando decir al oído (y hacerlo con tus ganas y tu cuerpo) palabras del buen Sabines: "Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio". Por que te amo y en la eternidad, que es poca, te dejaré, recordando con cada sorbo de mi aliento, el aroma de tu ser impregnado con el mío... Las ruinas del amor están... sólo están para hacerse polvo... para volar.
LA ÚLTIMA TAZA
Podría escribir de ti mil versos
inmortalizarte, o por fin maldecirte,
aún te recuerdo con tus besos,
todavía añoro el aroma de tu cuerpo.
La lluvia rompía al viento
y nuestro aliento desquebrajaba el silencio,
cuando el amor se convertía en tiempo
y la última taza en más que hielo.
No sabría decirte si te recuerdo,
pues siento, a veces, que aún te tengo,
y frío, como en aquel momento
contemplo al final de la mesa
el café, que era nuestro veneno
en las ruinas de la última taza.
No sé si fue realidad o un simple sueño,
el zurco de la entrega tropieza conmigo,
como las ruinas de la taza, del alma,
resguardan tu cuerpo, nuestra cama.
La última taza que tomámos juntos,
el último encuentro, el final hechizo,
el final consuelo;
nuestras ruinas, el anhelo, el deseo:
esfera que es del amor el olvido.
Soy como la última taza,
resguardo el amor tibio,
tengo tu beso señido, tu marca;
estoy rota, arrumbada e increiblemente deliciosa.
¿Aceptas tomar café?, pregunté,
e inocente diste respuesta a mi deseo;
enredémos nuestro aroma con el delirio,
hagámos otro tiempo y ruinas al silencio.
Que, ansiosamente espero, enloquezco
en admirar el filo de la mesa,
ser hielo, dar sorbos a la taza, roerla,
ser la última taza: tu magia y veneno eternos. |