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28-08-2005
Pecados para la sociedad de ahora. Leedlo bien: para (a ojos de) la sociedad, no de la sociedad.
1.Pensar por uno mismo es un pecado. Cerrar tus ojos, sentir tu interior, imaginar otros lugares, aspirar lo trascendente es una pérdida de tiempo, y, en los tiempos que corren, mejor es que te den todo solucionado. Ver la televisión, con series que te divierten y te dan todos los argumentos ya diseccionados, que no tienes que pensar, y que nada te obliga, es algo saludable. Pensar en educar a tus hijos, enseñarles a luchar en esta vida, que abandone su posición egoísta, es una estúpida forma de perder tiempo, con la PlayStation(TM) tan educativa y lucrativa para qué gastar tiempo en tus hijos.
2.Dios existe. No hay mayor error que pensar semejante mamarrachada. Y privarte de tu libertad en seguir las voluntades de unas normas externas a tí. Imponerte unos puntos críticos, desde poder juzgar lo que haces y piensas. Es retrógrado someterse a la voluntad de Dios, es dejarse alienar por una iglesia que solo busca tu control.
3.Castidad y ayuno. Rechazar un impulso de tu cuerpo o mente es llevar la contraria a todo lo que tú eres, a tu propia naturaleza. Tu cuerpo tiene necesidades fisiológicas que hay que cubrir y saciar en sobremanera. Ya sea el hambre, la sed o la libido, colmar tus ansias te hará más fuerte.
4.Sacrificio. Pensar en los demás, hacer cualquier tarea desinteresada no te lleva a buen término. Nunca nadie agradece la ayuda ofrecida.
Virtudes de la Iglesia.
1.Pensar por uno mismo. Dios no quiere esclavos que acepte su voluntad sin meditar. Dios invita suavemente, con una llamada apenas audible pero amorosa. Pero Dios, Jesús, siempre es motivo de escándalo, siempre es piedra de tropiezo. La fe es una gracia que Él te concede, pero que nosotros debemos luchar por ella, obedecer en ella, y meditar en ella. La lucha es dejar que Dios actúe en nosotros, y el Espíritu de Dios, que todo lo conoce, que puede habitar en lo más hondo de nuestro ser, no te hará mal, no irá en contra de ti mismo. Más bien al contrario, te desarrollará y te hará crecer, y te dará su don de sabiduría.
2.Dios existe. De una forma misteriosa, Dios todos los días se revela. Dios nos hace libres, y nos llama. Por su gracia podemos seguirle, y todas las maravillas del Universo, toda la felicidad plena nos embargará.
3.Castidad y ayuno. La pureza de nuestras intenciones, es más exacto referirlo de esta manera. Nos comportamos peor que los animales, sujetos a normas cíclicas para todas sus funciones vitales, con marcados tiempos de celo, y otros tiempos con ausencia de comida. La especie humana, sexuada por Voluntad de Dios, se ha librado de los ciclos vitales, ¿no somos más que los pajarillos? La parte femenina de nuestra especie puede alcanzar el orgasmo, no como otras especies animales donde las hembras no tienen disfrute y gozo, ¿no somos el culmen de la creación? Pero en la especie humana, al igual que no de sólo de pan se vive, no todo es sexo, ni todo comida y desenfreno. Castidad y ayuno no entendido como represión, sino como liberación de nuestro pensamiento, comportamiento y alma. Castidad y ayuno no entendido como represión, sino como “justo medio”, donde la virtud reside (ni la ausencia ni la exuberancia, el justo medio). Dios no rechaza tu sexo, al contrario, lo bendice. Pero si respondes desde la fe, te exige todo, y como templos del Dios Viviente, cambia tu vida y tu manera de ver a los demás de forma definitiva.
4.Sacrificio. Es el valor supremo de nuestra fe. Jesús, para rescatarnos, como justificación, se ofreció a si mismo, aceptando la voluntad del Padre. Maria dijo su “SÍ”, sacrificando una vida, una reputación y un amor de madre a veces contrariado. Sacrificio para amar a todos, a nuestros enemigos, a las personas que nos dan asco, en definitiva, personas que representan a Cristo, y al final nos pedirá cuentas. Sacrificio de nosotros mismos. Negarnos y seguir a Jesús, cumplir la Voluntad del Padre, para, en un futuro cercano, gozar de su banquete.
03-09-2005
Dios nos quiso salvar. Pero surge la siguiente cuestión: ¿de qué? Librarnos de una carga penosa como es el pecado, para ponernos otra, como es la vida en gracia y fe. Cristo vino para muchas cosas, y deben explicarse todas y cada una de ellas para que se puedan entender, y compartir nuestra alegría y amor a cada rincón del planeta.
Supongamos que Dios no existe, por lo tanto nula es mi fe. De nada me serviría creer en Jesús, y muchos menos en la guía y apoyo de su Madre. Más inútil sería creer en la Providencia de Dios, por no decir la existencia del alma y de los santos. Todo en lo que creo se derrumbaría y estaría perdido en un Universo caótico, que es, tal vez, su forma original.
Sin fe, no podría gritar “¡ven Señor Jesús!”.No tendría esperanza en nada, en que Dios está de nuestra parte, que quiere nuestro bien y que cuida de nosotros. En que podamos hablar y compartir todos nuestros problemas resultaría falso como un fuego fatuo. También sería banalidad la resurrección de la carne.
Pero nos queda el amor. La caridad, esa sensación, esa capacidad, esa virtud, no se puede negar. Negar nuestra actitud, y aptitud, al amor es como negar que nosotros somos personas. El amor trascendente es único en los hombres, el amor desinteresado, que es capaz de realizar heroicidades, de dar la vida por el débil, que sin nada a cambio realiza todas las obras, no es propio del hombre. No es propio del hombre, por que este tiene en el hondo de su ser un sentido de supervivencia que supera toda referencia. Nuestra debilidad y miedos nos hace egoístas. Es tal vez la única forma de que la especie se desarrollase. La lucha por mantenernos vivos no deja sitio al amor desinteresado, es un gasto innecesario de energías y recursos. Pero, ¿por qué hay amor? No me refiero a la Caridad cristiana, que debe ser ilimitada, sino el amor del hijo a sus padres, del respeto, y de la misericordia incondicional. Hay amor por que nos empuja desde el interior, desde lo más hondo del corazón, hacia el bien. Ese empuje existe por que en un principio éramos unos seres íntegros, que se comunicaban directamente con Dios, y en Dios las desgracias, el hambre, la muerte, eran incompatibles con la condición humana.
Pero la soberbia del hombre, la desobediencia de la Voluntad del Padre, y alimentar nuestro capricho individual, que es pasajero e innecesario, hizo que se perdiera toda inocencia y pureza que Dios, en su Justicia, exige. Perdimos todo privilegio, y fuimos expulsados. Pero Dios no nos abandonó, sino que nos dejó su Amor, y con su Amor, una Promesa.
Dios al principio se Reveló en lo físico. Hizo grandes prodigios en un pueblo. Dios nos ama tanto, somos apenas inferiores a sus ángeles, que dio pasos pequeños. Pequeños por que somos débiles, pero en la humildad está la grandeza. Empezó con un pueblo que lo salvó de la esclavitud de los egipcios, y que escribió en piedra sus Mandamientos. Dios estableció su Alianza con este pueblo, que le prometió prosperidad y felicidad a cambio de que sus Mandamientos fueran observados y cumplidos. Pero la naturaleza del hombre no estaba aun restaurada.
El pueblo elegido no fue fiel a su palabra, y Dios lo castigó con invasiones, con deportaciones y con un corazón endurecido. El pueblo elegido, pudiendo conocer a Dios, tenerle en su corazón, prefirió el mundo antes que Él.
Dios mismo tuvo que nacer, hacerse hombre. ¿Qué mérito tiene que un ángel lo haga? ¿Qué mérito tiene que un profeta hubiese renacido y bajado de nuevo? Dios, siendo Todo, se hizo Nada. Dios nos tenía que mostrar cual era su verdadera Naturaleza, aquella que nuestros primeros padres vieron y rechazaron. El nacimiento de Jesús es el punto álgido de la Revelación de Dios. Dios no es algo externo, de nuevo está entre nosotros, como en el paraíso. La misión de Dios era doble: rescatar al hombre de su estado caído, levantarlo, y mostrarse tal como es Él, amarlo por lo que es y esperar siempre de Él.
Jesús nos dice que nos neguemos a nosotros mismos, que cojamos la cruz y que sigamos la Voluntad del Padre. La Cruz representa todas nuestras dudas, nuestras debilidades que cargamos con ellas, nos vencemos a nosotros mismos y caminamos hacia el Padre. La Voluntad de Dios parece a veces contraria a nuestros deseos y necesidades, he aquí la elección que un cristiano debe realizar todos los días, todas la horas y minutos, y, a veces, la Voluntad de Dios no está nada clara. Pero la Cruz representa la muerte, coger la cruz es para morir.
Con Adán entró el pecado, la desobediencia a la Voluntad de Dios. Adán tiró su cruz a favor de un anhelo indebido (ser como Dios), un capricho. Cristo asumió su cruz, obedeció al Padre y murió como un condenado. Dios asumió todas nuestras debilidades, siendo inocente, siendo auténtico Rey, Profeta y Sacerdote, murió como un vulgar delincuente, maldito. Con Jesús murió el pecado. Con su sacrificio Dios nos perdonó nuestra falta y podemos mirar a Dios. Con la Resurrección Jesús nos dio la esperanza de la vida eterna. Dios ya no nos dejará nunca solos, a pesar de nuestra debilidad e impurezas, se queda en medio de nosotros, ya sea en oración comunitaria o en la Eucaristía, memorial de su sacrificio. Esta es la base de nuestra fe.
Pero Dios, en su infinita misericordia, asumiendo nuestra condición humana, se ha hermanado con nosotros, y podemos llamarlo Padre. Tenemos un Hermano, el Hijo de Dios, que es Jesús, que nunca nos falla, y el Espíritu de Dios no solo está en medio de nosotros, sino en nuestro interior.
El mal sigue existiendo, pero no debemos temerlo. Con Dios está dominado. Con la Esperanza podemos decir con toda tranquilidad: “¡Ven, Señor Jesús!”.
11-09-2005
La noche oscura. Hay situaciones en la vida, que por razones variadas, te separas de Dios. Puede ser que involuntariamente, otra vez con toda la fuerza del pensamiento. Pero en esos periodos siempre Dios está presente. Dios siempre ilumina. Jesús, en una de sus misiones al venir aquí, iluminó, mostró el camino para cumplir la Voluntad del Padre, que es la Única que nos hace verdaderos hombres, y nos liberaliza. Para no pecar, siempre hay que recurrir a la oración, a ese diálogo con Dios. Muchas veces, por cansancio, por obligaciones, no hay tanto tiempo. Pero es una excusa.
La oración verbal, con palabras surgidas desde lo profundo de un corazón humilde, es agradable a Dios, que la recoge. Más preciosa es la meditación, ese crecimiento en la fe, aumentar el conocimiento del misterio de la Revelación. Incluso Dios aprecia más la contemplación, la oración de los ángeles y de la Virgen. Tal vez no haya tiempo, ni preparación para este tipo de oraciones, pero, la que Dios quiere de verdad, es la contínua. Ese ofrecimiento humilde de cada día, intentar cumplir con las obligaciones que cada día tenemos, y responder sonrientes y seguros ante situaciones adversas, y más cuando nos preguntan respecto a nuestra fe. Esa oración, que lleva todo el día, es la apreciada por Dios. Es la oración de la cruz, de no rechazarla, aceptarla y llevarla a cuestas.
Una de las dudas de fe que son justificadas es la siguiente: si Dios es bueno, ¿por qué existe el mal? ¿Un huracán o un terremoto como “fallos”? La naturaleza tiene unas leyes, y unos comportamientos, que Dios, en su misterio, no influye para nada. Dios deja libre a toda su creación, al igual que a nosotros. La duda puede ir más allá. Un compañero de trabajo me preguntó si Dios sólo era “el culpable o responsable” de lo bueno. Un Dios para lo bueno. Si hay algo malo, no se puede responsabilizar. El hombre, con su inteligencia, obra del designio divino, domina la naturaleza y puede preveer. Pero el hombre debe ser humilde, y notar que frente a toda la creación solo nos cabe contemplar la maravilla de Dios. Dios no está a nuestra contra, ni quiere nuestro mal, nos llama cada día a seguirle y se propone como Medio y Modelo, como Maestro y Padre. Sin embargo, la respuesta es libre.
Dios es Providente, aunque deje a su obra libre; pero no está para acabar con los “fallos” de la naturaleza, sino con el fallo del hombre. ¿Cuándo veremos esto? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que el “culpable” del mal es el pecado?
Estas son dos de las conclusiones que he llegado en este tiempo. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, ¿quién soy yo para que te fijes en mi? ¿para que procures mi amistad? Gracias, Señor, por todos tus dones.

Texto agregado el 13-11-2005, y leído por 1681 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-01-2008 No te entiendo...Dices...Creer en Dios es una mamarrachada...y luego nos das toda una predica en rela cion al credo y a la fe.... lo mejor no te lei bien...me dejas perplejo...De todas maneras, gracias por leerme...quiero entenderte mas. antiqualost
29-11-2006 realmente espero haber podido captar lo mas importante, no culpar a Dios, ni tampoco vivir sintiendose culpable. Dios nos dio la vida para la libertad de hacerlo bien parecerse a jesus en obediencia. marsolesca
19-12-2005 Larga y extraordinaria reflexión. hay una frase, no recuerdo de quien es, que dice "AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS", y creo que realmente lo principal es el amor. Claro, la moral no puede enterrarse en una sociedad egoísta, no podemos enrolarnos en un descontrol. Te felicito por tus pensamientos. (Estás en mi biografía como uno de mis amigos, tú no podías faltar) ABRAZOS. Ruth
12-12-2005 muy buena tu reflexión india
13-11-2005 no entiendo a aquellos que dicen ser religiosos-cristianos adoran a dios y tienen fe sí en su vida diaria se la pasan creando violencia, desigualdad...y más punket
13-11-2005 está bien cuando respetan los mensajes de la religión. para mi la religión no existe sólo es fantasía tratando de lograr paz y libertad pero no lo han logrado punket
13-11-2005 Aunque tengo bien delimitadas mi forma de ver, no el pecado, sino la maldad, respeto y admiro las creencias religiosas de quienes realmente las viven con certeza y verdadera entrega sin fanatismos. Respeto a aquellos que ven su religión una filosofía de vida, sin ataduras a los dogmas por temor o debilidad sino por convicción férrea. Entonces vale la pena creer. Gracias por compartir tu reflexión. Dainini
 
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