Introspección I.

Y ya caían lágrimas de viento sobre el horizonte, se vislumbraba una cumbre traslucida tras los velos rojos de un amanecer que preludiaba un día de tintes inciertos. Cuando el sol llegue al cenit pensaré en ese monstruo que me come y que soy yo, en esa vacuidad que se expande en mi alma, en esa sal en mis llagas que han traído las olas de la memoria. Solo ahora me resigno y admito que me has dejado sólo conmigo mismo, la peor compañía que conozco. Y no es que me menosprecie, es simplemente que soy una mala compañía; aunque ha decir verdad (y como quien dice) las malas compañías son las mejores. Este intento de introspección realmente no nace de mi deseo de comprenderme, si no de entenderte a ti que eres mi interlocutor inexistente, pues no sabes siquiera que el texto que lees esta dedicado a ti. Y si llegaras a saberlo, confirmo tu duda y admito que esto sí es un reproche. Uno dirigido a tu incomprensión. Así que, te imaginaré volando entre nubes sin forma propia como aquel día que te idealizaba entre mis fantasías, pues es precisamente allí el único lugar en donde ahora existes, y porque no, también en el olvido.