Orillo el mundo de los vivos
y el de los muertos,
abrazo lápidas
lo mismo que esas esperanzas
que se desangran
bifurcándose en ríos purpurinos,
cielo candente
que no alcanza a entibiar
siquiera el hielo de mi alma mortificada.
Me veo tendido en una losa,
expuestas mis entrañas
al ojo inquisidor del forense
cuando un súbito arrebato
me alza en vilo y la sangre
regresa al cauce tortuoso de mis venas.
Allí comienza a elaborarse
una musiquilla que luego es himno
es regocijo y el sol,
una ampulosa sonrisa dorada
que me da la bienvenida.
Pero basta que devuelva mi cabeza
a lo que me espera
para que inmensas alas funerarias
destilen la noche en mi espíritu agobiado
y de nuevo regreso a la fosa
que parece tejer penumbras
sobre mi eternidad muda…
Texto agregado el 12-11-2005, y leído por 352
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