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Después de estar trabajando durante tres largos años en La Mariposa Arcoiris, absolutamente todas las noches, ahora se encontraba ansioso y angustiado. Todo el tiempo que siempre había deseado gastar lo tenía ahora a su disposición, pero ya no sabía que hacer con él. Vagaba por las calles de la ciudad pensando en el posible motivo de su despido y lo que tendría que hacer ahora para poder salir adelante. Aquella noche solitaria y vagabunda era lo único que le arropaba. Iba de un lado a otro pensando, divagando... él siempre había vivido el momento al máximo, agotando para ello todos los recursos disponibles, eso le había llevado a disponer de lo justo para poder comer, dormir y colocarse. Las noches de neón que siempre le habían envuelto dejaban, a partir de aquel instante, de existir y no sabía si al pasar aquel bache volverían a resurgir, era difícil. Todavía recordaba aquellas noches que se hacían diurnas e incluso daban paso a una nueva noche. Últimamente eran muchas las noches que, al cerrar La Mariposa, Sebas se iba de fiesta con alguno de los ligues de la noche o bien con algún nuevo amiguete, se fumaban sus porros, se metían sus pastillas y, si se terciaba, una rayita y un buen polvo. Todo era vicio y perversión, una vida intensa solamente llevadera a base de más de esas drogas, las cuales las pagaba con el sueldo del mes. Así, aunque el trabajo le proporcionaba un muy buen salario, llegaba escaso a fin de mes. Los excesos habían ido aumentando, entonces se acordó de un dicho: no es malo el uso sino el abuso... Pero él había abusado mucho. Ahora no tenía donde caerse muerto, su cobijo le duraría unos meses más, pero ya no podría mantener el ritmo de vida que hasta entonces le consumía y se había acostumbrado demasiado a esos intensos placeres que la vida le otorgó en su momento. Mirando al cielo se quedó pensativo y metió la mano en el bolsillo del pantalón, allí sólo había una moneda, ¿qué podía hacer con una moneda? Tan sólo eran cien duros, con eso no tenía para nada, medio talego si acaso, pero después... después ¿qué? Entonces fue cuando le vino a la memoria el recuerdo de un viejo profesor, era muy difuso, hacía tanto tiempo... sus días de estudiante parecía que hacía un siglo habían pasado, los veía lejanos y apenas recordaba con integridad a todos los personajes de aquella breve obra dramática. Pero aquel profesor... creía recordar que daba clases de historia, a Sebas siempre le había fascinado el tema, pero no lo suficiente como para seguir adelante, ni siquiera para aprobar la asignatura. Lo pasaba mejor en el césped del instituto con los colegas o en el bar de enfrente tomándose sus cervezas. Pero el recuerdo de aquella persona, en aquel tiempo muy adulta a sus ojos, le trajo un viento que sembraba esperanza en su corazón. Tanteó de nuevo la moneda y la sacó, alzándola en el aire con una sensible gracilidad, ágilmente la lanzaba una y otra vez, hasta que al final la retuvo envuelta en su fuerte puño, miró una vez más aquel cielo estrellado y se dijo con las mismas palabras que un día le transmitiera aquel hombre: el mundo no se hizo en un día, todo empezó desde abajo, con lo mínimo. Las civilizaciones fueron creciendo a partir de una sola piedra y aquel que se lo propuso incluso construyó grandes imperios creados de la nada más absoluta... Hasta nunca las había analizado, pero ahora, desesperado en aquella noche solitaria, aún larga, de aquella moneda procuraría crear una nueva vida, un hombre nuevo, una historia diferente...


Extraído del libro "El Lado Oscuro del Cuento" de Víctor Morata Cortado

Texto agregado el 12-11-2005, y leído por 162 visitantes. (0 votos)


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