Estábamos todos aterrados. Había gente con aspecto humano entre nosotros, pero no eran humanos. Se movían, hablaban, vestían... como nosotros, pero eran muy diferentes en su interior. No creo que ni siquiera pensaran como nosotros. Se habían adueñado de la casa y de nuestras vidas. No podíamos salir de allí, dos de ellos guardaban cada una de las salidas. Habría unos siete u ocho. Éramos más que ellos, pero ellos eran mucho más fuertes. Tenían una fuerza extraordinaria, suprema... y una inteligencia precisa, pero extraña. Nos tenían presos y nos obligaban a hacer todo el trabajo sucio, entre otras cosas limpiar los deshechos humanos que habían sido nuestros compañeros y cavar. Nos utilizaban como reserva alimenticia y poco a poco íbamos cayendo en sus fauces. Yo, una vez limpié uno de aquellos cadáveres, apenas quedaba otra cosa que huesos. Algún trozo de piel o carne, e incluso algún trocito de víscera... Observé que también estaba cubierto por una especie de baba semitransparente de color verde suave... asqueroso. Y todos sabíamos que nos iba a llegar la hora. Solían comer cada tres o cuatro días y eso nos daba algún tiempo más para idear una estrategia de huida, para escapar y gritar al mundo lo que estaba pasando. Aquello me recordaba a la famosa película de “La invasión de los ultracuerpos” o su posterior versión “Los ladrones de cuerpos”. Ya habíamos visto a alguno de ellos con la piel de varios de nuestros compañeros muertos. Un bonito traje. Teníamos sabido que a algunos no los mataban sino que introducían sus huevos en el interior y, cuando eclosionaban, estos empezaban a comer desde dentro hacia fuera. Aquello era peor aún que cualquiera de las más crueles torturas. Algunos insectos como la avispa icneumón lo hacen. Buscan un huésped y depositan sus huevos en él. Una sensación horrible. Saber que vas a morir y de una forma tan espantosa...
Recuerdo la noche en la que invadieron la casa... todos estábamos totalmente desprevenidos, una fiesta, varios amigos... Entraron, sellaron puertas y ventanas, todas las salidas, y nos amenazaron. En aquel momento no sabíamos que de todas formas íbamos a morir. Pensamos que era un secuestro como cualquier otro y ya era algo que nos atemorizaba. Pero luego... luego fuimos descubriendo la verdadera identidad de cada uno de ellos. Una pesadilla. No nos dieron explicaciones. Los nuestros pronto empezaron a morir, a desaparecer, cada tres días, cuatro si no tenían demasiada hambre nuestros raptores. Habían muerto seis personas ya y habían pasado unas tres semanas desde que llegaron. No obstante, nos mantenían alimentados, enriquecidos... para constituir un buen alimento. Tenían que cuidar su comida. Nos engordaban. De vez en cuando salía alguno al exterior, nadie se percataba de su falsa humanidad bajo aquella piel, y nos proveía. Otras veces venía de vacío, quizás hubiese más allá fuera... más como ellos y más como nosotros, en nuestra misma situación.
Entre ellos había uno, supusimos que el líder, que organizaba todo y daba órdenes, debidamente cumplidas por sus “súbditos”. Había un vínculo especial entre ellos. Uno de los nuestros, en un intento desesperado, se lanzó sobre uno de ellos en un ataque frontal. No le hizo nada. En cambio, un fino hilo de líquido verde surgió del “oído” del líder. Sospechoso. Aquel héroe fue su próxima comida.
Entre todo lo que les obligaban a hacer, el líder les había otorgado pico y pala a algunos de los secuestrados para excavar en el sótano. Túneles. Pero ¿hacia dónde? Aquello era muy extraño. Quizá eran túneles de conexión... no lo sabían. No sabían nada. Estaban sumidos en una gran incógnita. Algunos jamás encontrarían la respuesta.
Aquellos seres parecían inmunes, se recuperaban a una velocidad vertiginosa. El jefe nos hizo una advertencia muy objetiva. No podíamos hacer nada contra él. Aquel día llamó a uno de los suyos y le puso una pistola en las manos, éste disparó hasta vaciar el cargador, sólo heridas en la piel. Luego tomó un lanzallamas y apuntó al líder, un chorro de fuego lo baño de pies a cabeza. Tendría que cambiar de piel, dijo irónicamente. Lanzaron luego cuchillos sobre su cuerpo y se los quitó pasivamente... No había forma de acabar con aquel ser, con todos aquellos seres... Sin embargo, había algo raro, algo que no cuadraba. Les habían hecho poner el sistema de calefacción al máximo. El calor les daba energía. Cuanto más calor hacía, más rápidos y fuertes eran.
Con ayuda de dos de mis compañeros conseguí encontrar una salida. Una abertura en la parte superior del servicio. Nunca me había percatado de ella, claro que, nunca había necesitado saber que estaba allí. No escapó. Sólo quería saber por donde podrían huir todos en el momento preciso. Tenía la sensación de que todo el poder de aquellos seres radicaba en el calor y que se centraba en la figura de su líder. Así que decidió ir a por él le costase lo que le costase. Aquella salida la reservaría para que escapasen sus compañeros si no conseguía acabar con aquel ser. Si conseguía eliminarlo podrían salir por la puerta grande (la principal) como los toreros.
Calor... pensé. En la cocina había una gran cámara frigorífica, tenía la carnicería en casa, salía mucho más rentable. Me dirigí hacia allí. El líder estaba mirando a través de la cortinilla que había sobre el fregadero. Me acerqué a la puerta de la cámara y agarré el tirador. Él se volvió y me lanzó una amenazante mirada. Me armé de valor y hablé:
-¡Vas a morir! ¡Todos vais a morir!
En ese momento se lanzó hacia mí a una velocidad sorprendente. Por suerte, yo fui más rápido. Abrí la puerta y se estrelló contra el metal. Aturdido por el golpe y el frío aproveché para golpearle. Abandonó la piel y se introdujo dentro de la cámara. Una masa globosa, gelatinosa de color verde, rebotando por cada rincón de la cámara, me recordó a esa nueva película, Flubber... creo que se llama. Aparté la piel y cerré la puerta antes de que pudiese volver a salir. No tardé en dejar de oír los golpes contra las paredes. ¿Habría muerto? No quise comprobarlo, ahora debíamos huir. Reuní a mis compañeros. El resto de los seres, según me habían dicho, cayeron retorciéndose de un lado a otro. Mis sospechas habían resultado ciertas, bastaba con eliminar al líder, él era el centro... Dos de los nuestros estaban apoyados en la pared, vomitando algo verde. Eran huéspedes de aquellos malditos huevos. Estos ya no nacerían, también habían muerto. Ahora esperaban que al otro lado de la puerta todo fuese distinto. Respiraron profundamente y abrieron la puerta principal. Miles de seres rodeaban la casa y avanzaban hacia nosotros, rabiosos, hambrientos... Gritaban: ¡¡COMIDA, COMIDA...!!. Ahora pagaríamos la muerte de sus colegas sirviendo de suculento plato para aquellos horribles y espeluznantes seres...
Se acercan. Rompen puertas y ventanas, antes fuertemente selladas. Se despojan de sus pieles y atacan a diestro y siniestro, por todos lados, la huida es inútil. Un grito se pierde... cientos de vidas humanas...
Aún sigo consciente después de todo y por eso puedo contar esto, quizá quede constancia de nuestra existencia, de nuestra humanidad, en un futuro, aunque sea muy lejano. No tardarán en encontrarme en el fondo de este túnel, enterraré el manuscrito, ya siento como se deslizan hacia aquí, están muy cerca...
Extraído del libro "El Lado Oscuro del Cuento" de Víctor Morata Cortado
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