Sueño con desoladas regiones
que me habitan,
crecen dentro de mí
como la tierra yerma
de la cual no escribió Eliot.
Y no es el trueno
el que me confesó
de mi fría existencia
en lo marchito,
sino los dedos,
que como ramas secas,
se quiebran y caen
como pesadas rocas
ante mis pies.
Sueño con montañas
que resbalan sobre mi casa,
desaparecen,
en un remolino de lodo
y niebla espesa.
Pero siempre despierto
de cara a esta ventana
absurda,
repetición inexorable
que provoca
mi pálida sonrisa,
en esta tierra yerma
de la cual
no escribió Eliot...