El yute...
(Morral de yute)
El yute llevaba días apostado contra la pared, esperando algún evento extraordinario. Por eso, la noche que lo agarré para poner en él unos documentos, un libro y un sobre, no pudo contener la emoción y dando saltos de alegría, preguntó:
–¿A dónde vamos? ! Dime, dime! ¿a dónde me llevas?
No pude más que sonreír con ternura y decirle, ya verás, yutecito, ya verás...por ahora descansa que mañana es un día largo.
Entonces, con cara de pocos amigos, se echó a una esquina y cruzado de brazos me contestó:
– ¿Entonces no vamos a ningún lado esta noche? Yo que estaba tan emocionado. Pensé que me llevarías a alguna de esas playas de las que tanto me han hablado. Ni modo, ustedes las mujeres nos entusiasman y luego nos dejan desvestidos y alborotados.
No pude aguantar la carcajada y sentándolo sobre mi falda, me puse a dialogar con él.
–Yutecito, cómo piensas que puedo llevarte de paseo a la playa, ¿tienes idea de la hora que es?
–Entonces, por qué has echado esas cosas dentro de mí;eso se hace cuando se piensa salir. Me ilusioné con la idea de que al fin me colgarías del hombro; con las ganas que tengo de probar lo mullidito y rico que debe sentirse ahí.
–Jajajajaja, Yute, Yute, sí que eres.Es que todas las noches organizo las cosas que me voy a llevar a mi trabajo.
–¿Al trabajo? ! No me digas que me vas a llevar a tu trabajo! ¿Acaso te tengo pinta yo de maletín de oficina? ¿Es que no tienes un maletín para esos trabajitos? Sí, claro que lo tienes. Lo vi en algún rincón. Ahí metes a la laptop. He visto que te la llevas todos los días. Si crees que no te observo, todos las mañanas estoy observando todo lo que haces y dejas de hacer y mira que he visto cosas, um, ni te imaginas...
–Mira Yute, te estás poniendo un poco pesadito. Si supieras lo feliz que me siento de poder llevarte mañana conmigo a un lugar que no tendrá el encanto de la playa, te lo admito, pero es donde paso gran parte de mi día, y es muy importante para mí que me acompañes. Anda, acompáñame mañana y te prometo que uno de estos días cargarás mi filtro solar, y mi toalla y nos iremos juntitos a una de las playas de Piñones, y te compraré una alcapurria y un refresco de acerola...
No bien había terminado de decirle eso, cuando noté que el Yutecito se había quedado profundamente dormido entre el calor de mi pecho, roncando como seguro ronca su cuate todas las noches.
Ah, estos hombres, pensé, siempre dejan a una con la palabra en la boca.
©Vilma Reyes,2005 |