Ese día Matías estaba jugando con una pelota roja solo junto al naranjal, y como lo vi tan solo y abrumado lo invite a dar una vuelta, caminamos por la vereda opuesta para poder evitar que se repitiese el peliagudo episodio que tuve con el maldito gato de enfrente, gato miserable, ahora se pavonea dentro de su casa meneando su cola creyéndose muy importante. Si me lo volviera a encontrar le volvería a dar la misma tunda que le di aquel día cuando estaba sobre el techo de mi casa. Pero ahora como voy acompañado de mi querido amigo Matías no puedo darle la paliza que ese día le prometí si me volvía a encontrar con ese enmarañado gato.
Con el Matías siempre echamos carreras hasta la plaza para ver quien es mas veloz, ya que aun no se convence de que yo soy y seré siempre mas rápido que el ya que mi condición física me da una tremenda ventaja sobre este pálido muchacho. Nunca le e preguntado por que es tan pálido, su rostro es albo, quizás es alguna falla genética, aunque su madre también tiene luce los mismos colores, raro por que su padre es moreno bordeando lo negro, bueno pues esto será algún misterio de la naturaleza. digo yo!
Cuando llegamos a la esquina en la intersección de las calles frente a la plaza, Matías se frena repentinamente como siempre, esa lugar lo atemoriza ya que cuando el era pequeño caminaba hacia la plaza con su papá y uno de sus hermanos el Jacinto, ese hermano suyo era muy imprudente y nunca se fijaba en nada, hasta que un día ocurrió una desgracia, Matías estaba esperando cruzar la calle cuando su hermano se atrevió a cruzar corriendo, un auto lo atropello y le dio muerte en el mismo lugar en que hoy estamos parados esperando cruzar. Esta calle siempre a sido de gran flujo vehicular, y nosotros los peatones nos débenos conforman con esperar, y como esa esquina no tiene semáforos ni nada que obligue a los automovilistas a darnos la pasada tenemos que esperar que algún ser caritativo de buen corazón nos de el paso y así poder cruzar a la plaza a jugar
A veces estamos varios minutos esperando ese momento, con varias oportunidades de pasar corriendo pero como al Matías lo aterraba ese tipo de proezas después de lo de su hermano preferíamos esperar tranquilos hasta que se anime a realizar el esperado paso.
Ya en la plaza comenzamos a correr tras las palomas haciendo que vuelen por todos lados, formando un torbellino de alas, patas y pescuezos grises, marrones y blancos que se confunden debido a la algarabía. Nunca hemos podido apresar ni una. Pero una vez un amigo de nosotros, el Cholo agarró una de ellas cuando estaba a punto de volar. La gente que estaba en ese instante comenzó a gritarle y pedirle de muy mala manera que la dejara ir, el Cholo como nunca le importó lo que la gente le decía, tomo su paloma y se fue corriendo para su casa, nunca supe lo que hizo con esa pobre paloma, aunque las malas lenguas dicen que en su casa la desplumo, y luego se la comió, yo no creí mucho esas historias así que estoy esperando encontrarme con el para preguntarle la verdad y solamente la verdad.
A Matías y a mi pronto nos dio hambre y como no teníamos nada para comer yo me puse a pedir a la gente que en ese momento estaba comiendo, siempre me resultaba la cara de lastima que ponía, era una cara entre albergado y victima de violencia intra-familiar, que yo practicaba mirándome en un charco, igual como los actores antes de salir a escena, así mismo me preparaba yo para salir a pedir algo de comer, el Matías que era más tímido no se atrevía a esos actos por que los encontraba denigrantes pero a esa hora de la tarde y con solo un plato de comida en la barriga la dignidad se me va a las pailas, bueno casi siempre. Una vez estaba junto con el Matías pidiendo unas galletitas a un hombre que estaba sentado en una banca de la plaza en la que nunca nos iba mal, pero el sujeto, un hombre alto, flaco, con unos lentes gruesos como el fondo de una botella al ver que nos parábamos a su lado con comenzó a gritar “salgan de aquí malditos perros”, con esos tremendos gritos no nos quedo mas que salir corriendo entre las palomas y la gente escapando de ese viejo loco que gritaba a todo pulmón. esa es una de las razones por las que el Matías no pide conmigo en la plaza, además como este anda de enamorado con una jovencita que siempre va a la plaza en la tarde, a las siete de la tarde aparece ella con una correa llevando a su fiel compañero que nunca la deja sola, ella con una gracia única deja a su acompañante sentado en un banco de la plaza y comienza a recorrer el lugar, pavoneándose entre las palomas, el puesto de algodones y las cabritas lo que hace que el Matías se embobe y la mire embelesado.
Matías nunca se había atrevido a decirle nada hasta este día, ella llego como todos los días acompañada de su amigo, bella como siempre, con su mirada iluminaba todo, el Matías ese día estaba decidido a hablarle y presentarse, la dama se acercaba a el y el comenzó a hacerle el indiferente mirando para todos lados menos a ella, en ese momento lo había dejado solo para ver si aperraba, mientras yo me acosté en el pasto pero sin perder detalle de lo que acontecía con mi amigo, desde el lugar en donde estaba no podía escuchando nada, solo veía que se miraban y que cruzaban una que otra palabra, la cara de mi amigo hacia unas muecas involuntarias como una especia de tic nerviosos que a medida que pasaba el tiempo junto a ella iban disminuyendo, trate de acercarme mirando de reojo a la pareja que ya perecía que estaba encaminando sus pasos para un nuevo romance, bueno eso es lo que me imaginaba desde donde yo estaba, luego de un rato de estar juntos , ella lo dejo , yo de inmediato fui a ver que pasaba, ya a esa altura la incertidumbre me tenia mas nervioso que el propio Matías. Llegue a su lado mientras el miraba como ella se alejaba meneando la cola muy coquetamente, ¿que paso?, ¿que te dijo?, le pregunto nervioso, el rostro de Matías estaba sin ni un gesto, como si el tiempo se hubiese detenido e sus ojos, no tenia ni una expresión, nada, ni el mas minino indicio de lo que en ese ínstate acababa de ocurrir. Luego de unos instantes y de unos empujones y tiradas de orejas recién comenzaba a reaccionar, su rostro volvía a tener expresión y una sonrisa estúpida aprecio en su cara, me dijo que era un joven muy amoroso! respondió Matías. Que? le dije yo, como que amoroso, solo eso te dijo, pero eres imbécil, no le dijiste que solo venias a la plaza para verla a ella, No!, se me olvido me respondió. En ese momento me dieron ganas de matarlo, como podía ser tan mongólico de no atreverse a decirle que estaba enamorado de ella, solo miraba el cielo maravillado, se tiro en el pasto y comenzó a dar vueltas de un lado para el otro llenándose de hojas secas y tierra.
Ya era la hora de volver a casa, como siempre nos fuimos por el camino mas largo para poder ir saltando sobre las posas de agua que se hacían a esa hora después de que las dueñas de casa salían a regar sus jardines. Al llegar a nuestra calle me di cuenta de que el maldito gato estaba junto a un árbol lamiendo sus patas, yo en ese momento no pude aguantar, se me erizaron los pelos del espinazo, le comencé a ladrar y lo salí persiguiendo para demostrarle que con un perro como yo no se juega.
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