Miéntole a la mentira:
parecen todos felices deambulando
sobre sus rubios carros,
sobre sus lúcidas alegrías,
esperando crecer y florecer en tierra infértil.
Como que no se dan cuenta
que le mienten a la verdad.
Yo aquí, prefiérole mentir a la mentira,
con mis 3 damas de fuego:
mi madre y su esperanza,
Ella y su esperanza,
mi poesía y su esperanza.
Pasean por calles adornadas de candiles
apagados pero finos,
mientras yo me quedo sentado
sobre mis sueños:
son cuadrados, vegetales,
pero de todos colores
(como a mí me gusta!).
¡Qué bellos edificios, prominentes,
gigantescos, brillantes!
Me subo al avión de la esquina
y sobrevuelo dichas montañas de cemento:
sus techos son lo más terrible
que he visto en mi triste vida.
Y eso ya es demasiado:
excesivo es mentirle no sólo a la verdad,
sino al buen sentido
y a los mínimos preceptos establecidos por la estética.
¡Tan descuidados los techos aquellos,
llenos de musgo y fango y oxidado óxido
y fluidos corporales en descomposición!
Miéntole a la mentira
y acallo la razón,
mas destruyo los espantos
con lápiz, papel y vino
(éste último para quedarme dormido y lograr soñar).
Desahuciadas palabras,
oh desahuciadas palabras:
miéntole a la mentira
y duermo con un ojo cerrado
y el otro entreabierto,
para divisar las ocasionales luces
que pudiesen acercárseme
y desterrarlas de mi cuarto prohibido
para siempre.- |