Esa pared, esa mancha. Tendríamos... tendrías que arreglarla. No me vas a decir que no te lo dije en las últimas tres semanas... y eso que hace como dos meses que crece y crece la mancha de humedad. Y queda tan fea...
Eso es lo peor. Si fuera por lo demás no me importaría, si total esta casa no vale ni dos vintenes.
Pero yo los veo, los veo a todos. Los traigo a la casa(es nuestra casa, me gustaría que te des cuenta)... pasen, bienvenidos... y los veo, veo sus ojos que se corren hasta el centro (en el centro justo, no podemos taparla con ningún armario, con nada) de la pared y noto como se les crispa la piel, creo que sienten que entran a una cueva...
Y claro, ni Roberto ni Julia me van a decir algo, pero ya viste que Roberto te tiró el dato de la pinturería de un conocido suyo... como al descuido.
-¿Y que pasa con la casa a la que nos íbamos a mudar? ¿Te olvidaste de visitarlo al hombre por ir a juntar a tus amigos para jugar al fútbol? ¿Qué me decís del hecho de que nunca encontrás tiempo para buscar algo mejor que esto? Y tenés que aparecerte más por casa, estamos casados Dios mío, ¿o ya soy parte de tu rutina?
Es tan difícil hacerte entender que tu vida no es solamente la empresa, el jefe, los compañeros y el fútbol. No estás nunca en casa, hasta me da pena hacerme el almuerzo y comer sola sentada frente a la tele, y cuando vienes a mediodía es para pelear con mi madre, aunque no se cual de los dos tiene menos razón.
Claro, cuando se me sube el tono de voz me decís que yo me paso viendo telenovelas... ¡y qué querés! No tengo hijos de los que ocuparme, los platos que lavar dan lástima de lo solitarios que están... solo la mancha, que parece que participara del drama de doña Anastacia con su hijo no reconocido que está enamorado de Juliana, la sirvienta... y ella que suspira por Alberto, el esposo de su hermana.
De las botas de cuero ya ni te hablo... ¡total! Es como hablarle a la pared (hasta mancha de humedad tenés)... yo sigo tirando con los zapatos del aniversario pasado.
Como quisiera que supieras que noto cosas raras en tu mirada cuando me ves enojada. Como si algo dentro de vos se quebrara y de repente me vieras de nuevo y me reconocieras otra vez. Eso pasa siempre en las comedias, como si les gustara a ellos verlas enfurecidas... pero sé que eso a vos no te pasa, no te pasaría nunca... si vos de romanticismo no sabes nada... para qué hablarte de nuestro aniversario de los tres años... ahí te perdí la fe.
Tu paso desgarbado... capaz que es eso lo que me gusta aunque, te confieso, a veces me fastidia.
Y sí, el constructor era un tipo bien pero ya ves que no nos duró nada la pintura y el tratamiento anti hongos. Eso que yo te dije que llamaras al esposo de mi amiga Carmen y vos... “ese no entiende de nada, ni me lo menciones”
Un horizonte tan lejano... sí, la mudanza. Eso ya no tiene que ver con constructores sino con ese talante que tenés que me saca de quicio. Mamá me lo dijo ya varias veces e intento no hacerle caso, pero nunca tenés dinero. Eso sí, para pagarte la canchita de fútbol 5, para la copita de vino de los viernes, para los tragamonedas los 21 a la tarde sí. Y yo... espero el juego de vajilla nuevo, las botas, la mudanza...
Mi madre puede ser muy pesada, sí, pero es bastante sabia a veces. Y yo ando a las patadas con ella la mayoría de las veces... pero vos tampoco colaboras mucho. Es tan complicado vivir últimamente. Vos peleas por el ascenso, peleas por el aumento... y seguís en el mismo lugar, con el mismo sueldo.
Y acá, la mancha. Cada vez la veo más grande, como si se alimentara de las puteadas cuando nos vamos a acostar y te quejas de la cuenta del teléfono. Estoy todo el día sola... no me alcanza mirar telenovelas, comer galletas de arroz y tejer crochet para los hijos de tu hermana... necesito una voz al oído, aunque sea la de mi madre que me deja con dolor de cabeza.
-Bueno, podrías entretenerte con un trabajito querida.
¡¿Pretendes que trabaje?! No sé si reír o llorar... no tengo estudios terciarios terminados, solo ese cursillo de cocina odioso. Hasta te quejas de mi comida, ¿cuándo vas a parar? ¿Qué querés que haga? Odio la cocina, me esfuerzo, y vos llegas con tu cansancio a cuestas, miras el plato, me miras mal a mí y terminas comiendo dos bocados, cambiando a los canales de fútbol. Yo pregunto, “¿no te gusta, mi amor?” Y vos me decís, “es lo mismo que comimos ayer... y las papas están crudas”. Entonces te levanto el plato enojada y vos te haces un café mientras yo me voy a la cama a ver la brasilera de las 12. Si estás de mal humor te das vuelta y te dormís, si estás de buen humor discutimos sobre el color que darle a la pared... ¿¡lo qué!? ¿Terracota? ¡Ay, por Dios! Ese color es horrendo... ¡lo que se reiría Julia si escuchara! ¿Y de donde saco yo cortinas terracota? Voy a tener que ir a alguna sedería (¿o pretendes que ponga alguno de eso trapos que venden a 20 pesos el metro?) a conseguir algo decente y vamos a pelearnos un año seguido porque te vas a disgustar con cada detalle de ellas. Y encima, bancarme ese color horrible... Yo creo que lo mejor es un lila clarito al cuarto, y en la habitación donde está la mancha algún color pastel, quizá tirando a verde.
Claro, vos pretendes que traiga a las señoras de tus compañeros de trabajo a casa y que vean estas porquerías de paredes. Decime como hacen ellas para tener casas tan hermosas, si se supone que todos ganan igual...
Diciéndome que es mi culpa, que no me caen bien, que desencajo... es fácil. Pero nunca podría sentirme cómoda entre tanto contraste, si sé que la vista se les desviará por completo hacia la mancha y pensarán lo desgraciados que somos al tener que compartir el hogar con ella, que crece cada día tanto. Y hablar de las últimas tendencias y demases... ¿cómo podría? Ellas compran con tarjeta de crédito, yo busco precios en la feria, ellas tienen varios pares de zapatos, yo lucho por uno, ellas compran revistas de chusmeríos, yo tu diario de los domingos.
De todas formas, y para reconocerte que haces algo bien, creo que es buena idea invitar a Eduardo a los partidos. No creas que quiero controlarte, si sé que nunca va a estar de mi lado a pesar de ser mi hermano, es el magnetismo varonil...
Quizá...
Bueno, seguro te vas a quejar... pero el blanco no es mala idea... simboliza la pureza del hogar... y sería tan lindo regresar a él con ganas de hacerlo uno... o al menos que pensaras en que alguien te espera con la comodidad de mil almohadas entre los brazos.
Esa comodidad que no te dan los buzos que mi vieja te cose... y lo hace porque a mí me sale mal la costura invisible... lamento que te disgustaran las rodilleras rojas en los codos del buzo verde. Mi madre no es mala en el fondo... solo quiere lo mejor para mí y la mancha también le absorbe la paciencia a ella.
Ay, querido...¿en qué momento dejamos de ser polos opuestos para repelernos así? Creo que me voy a lo me mi madre un tiempo, aunque sea una semana, porque cambiar de aire, o por lo menos putear por cosas distintas, quizá me haga valorar un poco más esta vena que me salta del lado derecho cada vez que me enojo contigo.
Mamá mira lo mismo que yo en la tele y no está sorda... así que no me hará falta gritar sobre el volumen del aparato.
-Bueno, si lo que quieres es irte, te respeto la decisión.
A la semana prepararé mi bolso, como siempre, para esperar que vengas a buscarme. Eso sí, esta vez tengo que dejar espacio en él, para que no se aplasten los bombones ni se marchiten las flores que, como estoy segura, cargarás entre las manos cuando extrañes alguien que te critique la mancha de humedad... esa con la que, me parece, estás empezando a encariñarte.
nota: esta historia fue co escrita con Iemanja, la primera parte forma parte de mis cuentos, y se complementa con ésta, aunque son historias que se defienden por sí solas adquieren una dimensión completamente distinta cuando se leen las dos partes |