No se muy bien con que comenzar, eso dije hace muchos años . Papá y mamà jamás esperaron nada de mi, pero el abuelo siempre me sonrió . Era tan dulce y tierno, imitaba al perro patán, para que me riera . Compraba bolsas de chocolates para comerlos conmigo, contándome cuentos de viejos, sobre tesoros escondidos en las faldas de las montañas, de animales moribundos que cumplían deseos, de Ángeles que se perdían en la tierra, el sembró en mi esa sed de lo que no existía .Era tan bueno.
Cuando volví al pueblo, todos se escondían de mi, y supe que era como cuando él llegaba , sobre ese caballo negro de ojos brillantes, de patas enormes. Montado Manuel imponente , con una capucha que dejaba ver sus ojos verdes brillantes, bajo el sombrero de ala ancha , todo tan negro como el potro.
La gente me abría paso y susurraban su nombre, le decían “el diablo” .
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