El movimiento del tren tenia efectos narcoticos. Su musica y su suave compas se acompañaba del paisaje verde. Siempre verde, de cualquier punto de Suiza. Sentados frente a mi, estaban dos extraños personsajes salidos de algun pueblo perdido de las montañas. El hombre, un tanto lascivo, me miraba de tiempo en tiempo. La mujer que lo acompañaba, tenia un aspecto un poco desaciado. Su pelo casi blanco, enmarañado, sus ojos azules muy claros,con un ojo de vidrio que miraba oblicuamente, le daba al conjunto de su figura un toque grotezco.
Solo es eso lo que logro recordar de ellos.
Yo estaba sentada en el costado de la ventana. En Friburg alguien ocupo el asiento que daba al pasillo. Solo senti una presencia femenina, que se develaba por su perfume ligero y citrico. Mi primera impresion fue que se trataba de alguien joven, pero sus manos delataban 40 años o más. Nunca vi su rostro, solo su falda de pliegues a la moda llamo mi atencion. Al llegar a Palesieux, el tren hace su parada programada. En ese momento los dos extraños se levantan. La mujer de ojo de vidrio rocia a mi vecina una sustancia con un artefacto cilindrico. Es entonces que el hombre toma a mi acompañante como un paquete y bajan los tres. Yo miré a mi alrededor, pensando que alguien tomaria la iniciativa de frenar el tren, llamar a un guardia, gritar. Algo de lo cual yo era incapaz. Las personas de ese vagon no percibieron nada. Immutables continuaron à leer su diario, ver sus ordenadores, hacer un puzle. Por un breve momento un padre que jugaba a las cartas con su hija hizo contacto visual con migo. Mi rostro no lo interpelo.
Quizas toda esta escena paso solo en 5 minutos, pero lo vivi en camara lenta. Cuando el tren retomo su marcha, algo en mi interior busco acomodarse. Intente rememorar lo sucedido y prueba de que no lo soñe fue la cartera de mi vecina raptada. Casi llegando a Genève fue que decidí dar constancia de lo que vi. |